
Cada 22 de abril, en el Día Internacional de la Madre Tierra, reflexionamos sobre la salud de nuestro planeta —la Tierra, con mayúscula—, y uno de sus recursos más valiosos pero olvidados: el suelo. En el contexto agrícola, regenerar los suelos es esencial para garantizar la seguridad alimentaria, conservar la biodiversidad y hacer frente al cambio climático. Desde la ciencia, se ha documentado ampliamente que la agricultura de conservación es una de las vías más eficaces para lograrlo.
En la vida diaria, muchas veces usamos los términos suelo y tierra como sinónimos, pero en realidad hay diferencias: la tierra, en general, se refiere a todo el planeta o a la superficie terrestre en su conjunto, incluyendo suelos y rocas —cuando nos referimos al planeta, se escribe con mayúscula: Tierra—. El suelo, por su parte, es la delgada capa fértil que cubre algunas partes de la superficie terrestre: de los 15 mil millones de hectáreas de la superficie sólida del planeta, únicamente el 29 % son aptas para la agricultura y, además, cerca del 60 % de esa superficie apta no está disponible para cultivarse porque ahí hay bosques, zonas protegidas o asentamientos humanos.
Al estar compuesto por minerales, materia orgánica, agua, aire y microorganismos, el suelo es el medio donde crecen las plantas y es esencial para la vida —se estima que alberga más del 25% de la biodiversidad del planeta y que, para tener un centímetro de suelo, son necesarios entre 100 y 400 años—. En otras palabras, se trata de un ecosistema vivo que respira, almacena carbono, filtra agua y sostiene la vida. Sin embargo, los suelos, y en particular los agrícolas, enfrentan graves amenazas como la degradación, la pérdida de fertilidad, la erosión y la desertificación, exacerbadas por prácticas agrícolas intensivas y poco sostenibles.
A nivel global, el 52 % de la tierra utilizada para la agricultura está moderada o severamente degradada, lo que pone en riesgo la producción de alimentos. En México, se estima que la erosión afecta a cerca de la mitad de la superficie cultivable. Por esto, el CIMMYT y sus colaboradores impulsan prácticas sustentables para conservar y regenerar este recurso fundamental para el sostenimiento de la alimentación de la humanidad: la agricultura de conservación destaca como una solución viable y comprobada.
En una plataforma de investigación en Tamaulipas, donde colaboran el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) y el CIMMYT, por ejemplo, se evaluó durante cinco años (de 2019 a 2023) el impacto de la agricultura de conservación en la captura de carbono orgánico del suelo. Los resultados fueron contundentes: mantener los residuos de cosecha sobre la superficie incrementó significativamente los niveles de carbono orgánico, medido en toneladas equivalentes de CO₂ por hectárea.

Ya que el suelo es una importante reserva de carbono —con más carbono que la atmósfera y la vegetación terrestre en su conjunto—, este aumento del carbono orgánico se traduce en suelos más fértiles, con mayor contenido de materia orgánica y mejor estructura. Además, demuestra que, con las prácticas agronómicas correctas, la agricultura puede ser parte de la solución y no solo parte del problema: el sector agroalimentario es responsable de cerca del 30 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, y regenerar los suelos puede ayudar a revertir esta tendencia.
Además de mejorar la fertilidad, la agricultura de conservación contribuye a conservar agua, reducir costos de producción y aumentar la resiliencia ante eventos climáticos extremos. Las evidencias generadas en la red de plataformas de investigación del CIMMYT y sus colaboradores respaldan su eficacia como estrategia para regenerar el suelo, restaurar su función ecológica y fortalecer la resiliencia de los sistemas agrícolas.
Regenerar los suelos es una inversión en el futuro. Es cuidar de nuestro alimento, de nuestra salud y del equilibrio climático del planeta. La salud del suelo está íntimamente ligada a nuestro bienestar y al de las futuras generaciones. Al adoptar o difundir prácticas como la agricultura de conservación, todos podemos ser parte del cambio.