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El otro costo de los incendios forestales

En el marco del Día Nacional del Combatiente de Incendios Forestales en México (11 de julio) es importante brindar alternativas para evitar las quemas agrícolas, que son una de las principales causas de incendios forestales. 

Quema de residuos agrícolas. (Foto: Francisco Alarcón/CIMMYT)
Quema de residuos agrícolas. (Foto: Francisco Alarcón/CIMMYT)

Cada año en México se registra un promedio de un poco más de 7 mil incendios forestales que afectan a cerca de 271 mil hectáreas. El Estado de México, Michoacán, Jalisco y Chiapas se encuentran entre los estados con mayor incidencia y afectación por los incendios que, de acuerdo con los registros históricos, son causados principalmente por actividades ilícitas (32%) y por actividades agrícolas (27%). 

Las quemas agrícolas no controladas, o que se salen de control, son peligrosas en términos ambientales porque generalmente coinciden con los momentos más secos en el territorio nacional, marcando así la presencia de dos temporadas de mayor incidencia: la primera inicia en enero y concluye en junio (en las zonas centro, norte, noreste, sur y sureste del país); y la segunda inicia en mayo y termina en septiembre (en el noroeste del país). 

Además de la afectación a los ecosistemas, los incendios forestales tienen un costo adicional muy grave y lamentable: la pérdida de vidas humanas. Y es que controlar un incendio forestal es una actividad de alto riesgo que requiere de una gran cantidad de personas y esfuerzo: tan solo en lo que va de este año se han requerido más de 288 mil días/persona para combatir los incendios. 

Entre el personal participante en el combate a los incendios se encuentran propietarios y poseedores de terrenos forestales, combatientes oficiales de la Comisión Nacional Forestal de México (CONAFOR), una gran cantidad de voluntarios, personal de Protección Civil, militares, combatientes rurales, entre otros. 

Lamentablemente, de 2010 a 2020, cerca de 100 personas han perdido la vida combatiendo incendios forestales (esto sería un promedio de 10 personas por año). A este costo social se le suman los lesionados y también el potencial incremento del riesgo de mortalidad atribuible a la contaminación relacionada con incendios forestales.

Ante este contexto, dejar de quemar los rastrojos se convierte en un acto de responsabilidad ambiental y humana. Por ello, para preservar la vida de bomberos y voluntarios hay que aprovechar los rastrojos en lugar de quemarlos.

El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) y sus colaboradores en las distintas regiones del país impulsan campañas, como Sinaloa No Quema, para que los productores conozcan los múltiples beneficios de dejar el rastrojo como cobertura del suelo en lugar de quemarlo.