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Agricultores sinaloenses ayudan al medioambiente mientras reducen sus costos de producción

El Valle del Fuerte es una región altamente productiva, pero los costos de producción también son muy elevados. Para reducirlos de forma sostenible, la AARFS y el CIMMYT colaboran en una plataforma de investigación agrícola. 

Etapa reproductiva del cultivo de maíz en la plataforma Ahome, Sinaloa. (Foto: AARFS)
Etapa reproductiva del cultivo de maíz en la plataforma Ahome, Sinaloa. (Foto: AARFS)

La región del Valle del Fuerte, en el norte del estado mexicano de Sinaloa, tiene una superficie aproximada de 230 mil hectáreas que se distribuyen en los municipios de Ahome, El Fuerte, Guasave y Sinaloa de Leyva. Allí, el principal cultivo es el maíz blanco que se establece en condiciones de riego durante el ciclo otoño–invierno y cuya producción está destinada al mercado nacional y a la exportación. 

En 2018, el municipio de Ahome produjo el 19 % del maíz de Sinaloa y el 4 % del maíz a nivel nacional, con un rendimiento promedio de 11,7 toneladas por hectárea. La región es altamente productiva, pero el uso de insumos como herbicidas, insecticidas y fertilizantes químicos son también muy elevados, lo que conlleva altos costos de producción y un alto impacto ambiental. 

Frente a este y otros retos, la Asociación de Agricultores del Río Fuerte Sur (AARFS) y el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) establecieron en 2014 una plataforma de investigación en el Valle del Fuerte donde se buscan las mejores prácticas para los 2 500 productores de la zona que concentra la AARFS.

De manera general, en la plataforma se compara la agricultura de conservación con camas permanentes —donde solo se reforma el fondo del surco para conducir el riego y se mantiene el rastrojo o paja sobre la superficie— y la labranza con camas convencionales —la práctica del productor donde se dan varios pasos de maquinaria para mover el suelo e incorporar la paja—, la fertilización con base en el diagnóstico del sensor GreenSeeker® en comparación a la práctica de fertilización más común en la zona y, en últimos años, se han incluido tratamientos de validación de diferentes métodos de labranza mínima. 

Al analizar los resultados de seis años de investigación, los responsables de la plataforma encontraron que la siembra de maíz en camas permanentes disminuyó los costos de preparación de suelo —al dejar de hacer labores como subsuelo y rastreos— en más de dos mil pesos (2 396 MXN) por hectárea en promedio y sin disminuir los rendimientos. Por su menor costo de producción, rendimiento similar y menor impacto ambiental, la siembra en camas permanentes es la opción más recomendable para la zona.

Con respecto a la fertilización, que es el factor más costoso en la producción de maíz al representar entre el 30 y el 40 % de los costos de producción, los resultados reafirman que aumentar la fertilización nitrogenada no necesariamente aumenta el rendimiento pues, además, una sobredosis de nitrógeno puede impedir a que la planta obtenenga otros nutrientes necesarios y sea más susceptible a plagas y enfermedades. En este sentido, la fertilización con base en las lecturas del GreenSeeker® no solo fue las más económica, también permitió obtener rendimientos altos. 

En esta investigación también se observó que aumentar la densidad de siembra más allá de lo recomendable no aumenta el rendimiento, pero sí aumenta los costos de producción. De las tres densidades de siembra evaluadas (93 mil, 106 400 y 120 mil semillas por hectárea), la densidad de 106 400 semillas por hectárea fue la que obtuvo los mayores rendimientos en general), por lo que es la más recomendable para la zona. 

Finalmente, el análisis de los resultados de la plataforma muestra que las liberaciones de insectos benéficos, junto con otras técnicas de manejo integrado de plagas, hacen posible reducir a una las aplicaciones de insecticidas de origen químico, hecho que es muy significativo porque en la región se hacen hasta cinco aplicaciones de origen químico durante el ciclo agrícola.