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El maíz criollo vuelve a casa 50 años después

Hace medio siglo, un grupo de científicos recolectó y preservó muestras de variedades de maíz criollo en el estado de Morelos, México. Recientemente, los descendientes de esas familias que perdieron sus variedades ancestrales pudieron recuperarlas y, con ello, una parte de su historia familiar.

 

El maíz es más que un cultivo en México. En muchos casos, conecta a las familias con su pasado. Las variedades criollas, las cuales han sido cultivadas y sometidas a selección de los agricultores durante generaciones, conservan una identidad distinta y carecen de un mejoramiento formal. Estas proporcionan la base de la diversidad del maíz de México.

En los años 1966 y 1967, el investigador Ángel Kato del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) recolectó y almacenó 93 muestras de variedades de maíz criollo de 66 familias del estado de Morelos. Estas semillas fueron salvaguardadas en el Banco de Germoplasma del CIMMYT, el cual cuenta con una colección de 28 000 muestras de maíz y sus parientes silvestres provenientes de 88 países.

50 años después, la estudiante de doctorado, Denisse McLean-Rodríguez, de la Escuela de Estudios Avanzados de Sant’Ann en Italia, e investigadores del CIMMYT comenzaron un nuevo estudio que rastrea la conservación y abandono de variedades criollas a lo largo de los años.

El estudio muestra que el abandono de variedades de maíz criollo es común cuando las prácticas de agricultura pasan de generación en generación. Los agricultores mayores se apegan a sus variedades y continúan cultivándolas, incluso ante razones apremiantes para cambiarlas o reemplazarlas. Cuando las generaciones más jóvenes se hacen cargo de la gestión de las tierras, estas a menudo son abandonadas. No obstante, los agricultores jóvenes aún valoran su importancia cultural.

Las variedades de maíz criollo se pueden conservar “in situ” en los campos de los agricultores y “ex situ” en espacios protegidos, como un banco de germoplasma o un banco de comunitario semillas. La pérdida de las variedades criollas en los campos de los agricultores durante 50 años enfatiza la importancia de la conservación ex situ. Los rasgos que se encuentran en las variedades criollas pueden incorporarse a nuevas variedades para enfrentar algunos de los desafíos más apremiantes de la agricultura como el cambio climático, las plagas y enfermedades, y la desnutrición.

Esta investigación fue apoyada por el CIMMYT, el Programa de Investigación de Maíz del CGIAR (MAIZE), la Escuela de Estudios Avanzados Sant’Anna, la Universidad de Wageningen y el Global Crop Diversity Trust.