
Belém, la capital del estado amazónico de Pará y una de las principales puertas de entrada a la selva, es este año el epicentro mundial de la conversación climática. Aquí, durante la COP30, se reúnen gobiernos, instituciones científicas, organizaciones comunitarias y pueblos indígenas para debatir cómo enfrentar una crisis que ya se siente en cada territorio del planeta. En este contexto, un espacio destacó por la fuerza de sus testimonios: el panel “Voces por el Clima y la Naturaleza: Del Amazonas a Australia”, organizado por Food Tank, donde mujeres agricultoras e indígenas compartieron perspectivas profundamente conectadas con la tierra.
Entre esos intercambios y las actividades paralelas del CIMMYT en Pará, emergió un mensaje que la ciencia reconoce y que la experiencia confirma: la resiliencia climática se construye en el territorio, mediante soluciones que integran conocimiento técnico con el saber ancestral de las comunidades agrícolas. No es un discurso nuevo, pero sí uno que cobra relevancia cuando quienes lo expresan son las mismas mujeres que, generación tras generación, han protegido la biodiversidad, resguardado semillas, restaurado suelos y sostenido la vida rural frente a sequías, inundaciones, plagas y desigualdades crecientes.
Durante esos días, la delegación del CIMMYT conversó con agricultoras locales cuyas voces sintetizan esta realidad. Una de ellas, Lena Maria Gomes Monteiro, habló con la serenidad de quien ha visto cambiar el clima ante sus propios ojos. Para ella, avanzar hacia prácticas sostenibles y regenerativas no solo es urgente; es la vía directa para proteger la tierra, a las familias y al futuro de las comunidades agrícolas. Su mensaje, dirigido a las mujeres de toda América Latina, refleja el liderazgo silencioso pero decisivo de quienes producen alimentos en condiciones cada vez más extremas.

En otro encuentro, la delegación dialogó con Puyr Tembé, reconocida lideresa indígena amazónica y actual primera Secretaria Nacional de los Pueblos Indígenas de Brasil. Su voz, firme y profundamente arraigada en la defensa territorial, dejó un mensaje claro para las agricultoras de México y de la región: “Manténganse unidas, fuertes y sigan cultivando maíz y cultivos nativos de maneras que honren la tierra.” Sus palabras sintetizan una idea central para los pueblos indígenas y para las comunidades rurales: la resiliencia climática no solo depende de técnicas, sino de identidad, memoria y cultura; de la relación espiritual y material con el territorio.

Estas voces dialogan con procesos que CIMMYT y sus socios han acompañado durante años. En México, por ejemplo, mujeres mayas como Gloria, en el sur de Quintana Roo, están regenerando suelos, recuperando semillas nativas y fortaleciendo la autonomía alimentaria de sus comunidades. Su liderazgo, documentado en investigaciones recientes, demuestra cómo la integración entre ciencia y conocimiento local puede transformar paisajes completos. En Bangladesh, cientos de mujeres agricultoras que participan en iniciativas de agricultura climáticamente inteligente han logrado incrementar sus ingresos, mejorar las dietas familiares y enfrentar inundaciones y ciclones con mayor resiliencia, resultados que solo han sido posibles al combinar evidencia científica con redes comunitarias sólidas.
Acompañar y escalar estos esfuerzos exige que la ciencia llegue a los territorios donde realmente se produce la resiliencia. Cuando los resultados de los laboratorios y los ensayos de campo se encuentran con el conocimiento de quienes han trabajado la tierra durante generaciones, los desafíos complejos se convierten en caminos concretos para la acción. Así surgen semillas resistentes al calor y la sequía, prácticas regenerativas de suelo, sistemas basados en biodiversidad, un manejo de nutrientes más eficiente y herramientas digitales que permiten tomar decisiones informadas en tiempo real. Esta articulación entre ciencia, territorio y saber local es la base del trabajo que CIMMYT desarrolla en la región con el CGIAR, gobiernos, organizaciones comunitarias y productores del Sur Global.
A medida que avanza la COP30, algo se vuelve evidente: el progreso no depende solo de compromisos internacionales, sino de mantener abiertos los canales entre la ciencia, los territorios y quienes toman decisiones. Esa relación es lo que convierte la ambición climática en implementación real.
Las historias de Lena, Puyr, Gloria y de las mujeres en Bangladesh no son anécdotas. Son una guía para el rumbo que la acción climática necesita: invertir en ciencia que escucha, amplificar las voces locales y fortalecer las colaboraciones regionales para responder a una emergencia que no puede esperar. El futuro de la agricultura regenerativa y sostenible ya se está construyendo en Pará, en México y en todo el Sur Global.
Nuestra responsabilidad es asegurar que estas voces sean escuchadas, apoyadas y fortalecidas ahora, cuando más importa.