
La diversificación funcional en la agricultura busca aprovechar al máximo el potencial de los cultivos como elementos que contribuyen no solo a la producción de alimentos, sino también a la salud del suelo, la estabilidad del ecosistema y la sostenibilidad económica. A través de un diseño estratégico, es posible fortalecer los agroecosistemas para que sean más resilientes, eficientes y productivos. Mariel Guera, coordinador nacional de investigación del Programa SAS en el CIMMYT, comparte recomendaciones clave para quienes desean transitar hacia sistemas más diversos y funcionales.
Diversificar con propósito

La integración de diferentes especies dentro del sistema agrícola permite obtener beneficios agroecológicos importantes. Incorporar cultivos como leguminosas mejora la fertilidad del suelo, interrumpe ciclos de plagas y enfermedades, promueve la presencia de insectos benéficos y amplía las posibilidades productivas y alimentarias.
Reducir riesgos frente al cambio climático

Contar con cultivos que tienen distintas necesidades de agua y nutrientes permite distribuir los riesgos en temporadas de lluvia irregular o calor extremo. La diversidad funcional aporta mayor estabilidad frente a la incertidumbre climática.
Seleccionar especies adaptadas y con valor comercial

La elección de especies debe considerar su adaptación a las condiciones locales y su potencial de mercado. Algunas especies rústicas no son comercializables, pero cumplen funciones esenciales como cobertura, fijación de nitrógeno o mejora de la estructura del suelo, lo que se traduce en beneficios indirectos para el cultivo principal.
Apostar por asociaciones y rotaciones

Las combinaciones de cultivos, como la asociación maíz-frijol o el relevo maíz-ajonjolí permiten aprovechar mejor los recursos del sistema sin reducir el rendimiento. Estas prácticas mejoran la rentabilidad, contribuyen al control de plagas y promueven el uso eficiente del suelo a lo largo del ciclo agrícola.

Antes de incorporar nuevas especies, es necesario realizar un diagnóstico técnico del entorno: condiciones climáticas, altitud, tipo de suelo, disponibilidad de agua y antecedentes agronómicos. Esta evaluación evita pérdidas y asegura una diversificación efectiva.
Contribuir a la transición agroecológica

La diversidad funcional de cultivos favorece la reducción de insumos químicos, mejora la salud del suelo y contribuye a restablecer el equilibrio ecológico del sistema. A mediano y largo plazo, estos beneficios permiten avanzar hacia una producción más eficiente y regenerativa.
Diversificar con intención y conocimiento es clave para lograr sistemas agrícolas más resilientes, productivos y sostenibles. Incorporar cultivos funcionales, adaptados al entorno y con objetivos claros, fortalece la autonomía productiva, mejora la rentabilidad y promueve un manejo más equilibrado del agroecosistema. Para que la diversificación sea efectiva, es fundamental realizar un diagnóstico del sistema, elegir especies adecuadas y contar con acompañamiento técnico.
Si estás interesado en integrar este enfoque en tu parcela, acércate a los equipos del CIMMYT en tu región. Identifica tu hub más cercano y recibe orientación especializada para diseñar una estrategia de diversificación acorde a tu realidad productiva.