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Temporales que no llegan

El cambio en los ciclos de lluvia ya es una realidad en Oaxaca. Esta es la historia de don Andrés, un productor que responde a la variabilidad climática con prácticas sustentables.

Andrés Ramírez Ortiz (Foto: CIMMYT)
Andrés Ramírez Ortiz (Foto: CIMMYT)

“Yo siempre he sido de la idea de sembrar tempranero. Y me ha ido muy bien”, dice Andrés Ramírez Ortiz mientras observa con cuidado sus siembras: una milpa que ya “está jiloteando” y otra que apenas empieza a romper espiga. El cielo está cubierto de nubes grises. Llueve, pero el año pasado todo fue muy diferente: “El año no vino tan bueno de agua”, comenta, “pero a pesar de eso logramos tener un poco de cosecha, que es lo que nosotros siempre queremos”.

Andrés nació y vive en San Dionisio Ocotlán, una comunidad en los Valles Centrales de Oaxaca. No aprendió en libros y su incursión en el campo fue ya siendo adulto. Hoy, sus parcelas se han convertido en un ejemplo local de innovación sustentable, gracias al aprendizaje y la adaptación constante.

“Hace un año la falta de agua nos afectó muchísimo porque no hubo buenas cosechas. Como todo es sembrado, se siembra sin riego, pues sí nos afectó mucho”, cuenta sin detener su paso por la parcela.

La experiencia de don Andrés confirma lo que los registros meteorológicos advierten: los temporales están cambiando. El Monzón Mexicano —ese patrón que influye en la lluvia del Noreste de México y en regiones adyacentes, incluyendo Oaxaca— se concentra entre junio y septiembre, pero ahora llega más tarde y en menos días. En las últimas décadas, la precipitación en diversas regiones de Oaxaca ha tenido una distribución más irregular, con episodios intensos y breves, y se prevé que el centro de la temporada lluviosa se retrase aún más.

“Yo no espero a que llegue la fecha de siembra del temporal. Siempre he sembrado a las primeras aguas”, reitera. Su lógica es simple y contundente: sembrar antes que se escape la humedad.

En su parcela, Andrés siembra maíz, frijol, garbanzo e incluso higuerilla. Lo hace con técnicas que ha aprendido en capacitaciones ofrecidas por Ricinomex y otros aliados del CIMMYT. “Ya tengo como unos cuatro o cinco años trabajando con ellos… Me han invitado a varios cursos para ver cómo están manejando la agricultura de conservación. Para mí es muy importante, porque se retiene humedad, se ahorra uno mucho trabajo y lo económico, más que nada”.

Andrés no solo adopta innovaciones: las adapta. “Yo tengo una sembradora sencilla, pero no tiene para tirar abono. Le he adaptado unos botecitos y ahí viene cayendo en una manguera. Así me la he arreglado. Lo he notado: tirar abono mientras va uno sembrando es mejor”.

Lo que sorprende a propios y extraños es que don Andrés no creció en el campo. Su historia de vida es la de miles de mexicanos que se fueron a buscar trabajo fuera, aprendieron a “chambearle duro” y regresaron años después a reencontrarse con la tierra, muchas veces, de forma incidental.

“Yo tengo poco de ser agricultor… Fui chivero, fui chofer, me metí a caminos rurales, recorrí el Istmo, la Sierra Mixe, Pinotepa, Putla… Me jubilé en 2008 con 52 años. Y dije: nada de andar siempre en la sierra. Compré un terrenito, después otro… y me volví agricultor”.

Hoy, Andrés es uno de los productores innovadores más destacados de su comunidad y comparte lo que aprende con quien se acerca a preguntarle. También es crítico con prácticas que dañan el suelo: “Siempre he dicho que cortar y llevarse todo no tiene ningún chiste… no le dejamos nada al terreno”.

Ahora, su plan es claro: seguir aprendiendo, dejar el rastrojo como cobertura, sembrar frijol para nutrir el suelo y fortalecer la parcela con prácticas de conservación. “El objetivo es dejarle una cama al suelo e ir probando. Siempre me ha gustado ir probando. Y donde me quede mejor, ahí le sigo”.

El tono de Andrés se torna reflexivo cuando se le pregunta por el futuro del campo. “Lo que yo veo es que se está abandonando. Los que sembramos ya somos gente como de 60 años para arriba. Los jóvenes como que no le ven muchas ganas al campo”.

Don Andrés espera que su parcela sea un mensaje claro para las nuevas generaciones: aún con el retraso de los temporales, el campo sí es rentable si lo trabajas con prácticas adecuadas. Así, camina entre los surcos y cuenta anécdotas de quien ha vivido muchas vidas: la del niño chivero, la del chofer en caminos rurales, la del mecánico, la del sembrador que prueba, falla y vuelve a intentar. “Lo importante es no quitarle todo a la tierra”, repite. “Hay que dejarle algo… como quien deja una herencia”.