
Cada 15 de mayo, en diversas comunidades del país, los agricultores adornan yuntas, bendicen semillas y elevan plegarias. Se trata del Día de San Isidro Labrador, una celebración que durante generaciones ha marcado el inicio del ciclo agrícola. En la actualidad, sin embargo, en regiones como los Valles Altos de México —que abarca entidades como el Estado de México, Hidalgo, Puebla, Tlaxcala y Morelos—, donde esta tradición aún perdura, las lluvias ya no siguen el calendario de los santos.
La variabilidad climática, el crecimiento desordenado de las ciudades y la presión sobre los recursos hídricos están transformando profundamente esta emblemática región agrícola, donde la cebada destaca por su importancia económica y el maíz tiene una presencia indiscutible, sembrándose y celebrándose con rituales como la bendición de las semillas.
La agricultura en los Valles Altos es mayoritariamente de pequeña y mediana escala, con productores que trabajan parcelas ejidales o de pequeña propiedad, principalmente bajo condiciones de temporal. Las labores suelen realizarse con tracción animal o de forma manual, y se apoyan en la participación familiar o de jornaleros en etapas clave como la siembra o la cosecha.
“En la región de Valles Altos, el inicio de las siembras está marcado desde 40 días antes de Semana Santa, cuando se preparan los terrenos y se bendicen las semillas en las parroquias. Después de Semana Santa, inician las primeras siembras, sobre todo en las regiones montañosas de hasta 3,200 metros sobre el nivel del mar. La costumbre de sembrar a partir del 20 de marzo responde a las necesidades de los maíces nativos, de ciclo largo y suelos fríos”, explica Pablo Maya, coordinador técnico del Hub Valles Altos del CIMMYT.
Este sistema agrícola tradicional, ajustado durante siglos al clima y al conocimiento local, está siendo rebasado por fenómenos sin precedentes. En los últimos años, heladas tardías en mayo y junio, junto con retrasos en la llegada de las lluvias, han hecho imposible respetar las fechas históricas de siembra.
Estudios recientes proyectan que la temperatura media en los Valles Altos podría aumentar hasta 1.8 °C en las próximas décadas, acompañada por una disminución de hasta 4.5 % en las precipitaciones durante los meses críticos de cultivo. En una región donde la agricultura depende mayoritariamente del temporal, estos cambios alteran por completo la planificación productiva.
A esta tensión climática se suma una transformación territorial acelerada. Los Valles Altos están directamente afectados por el crecimiento de la zona metropolitana del Valle de México. Municipios como Toluca, Atlacomulco, Zumpango o Almoloya de Juárez han experimentado una urbanización creciente, que ha reducido suelos agrícolas, fragmentado el paisaje rural y exacerbado la competencia por el agua.
La expansión urbana y la creciente demanda de agua para consumo humano han generado una presión adicional sobre los recursos hídricos disponibles para la agricultura. Esto obliga a los productores a buscar alternativas más eficientes en el uso del agua y otros recursos.
Frente a estos desafíos, el CIMMYT y sus colaboradores impulsan soluciones adaptadas a la nueva realidad agroclimática de la región. Así, aunque en los Valles Altos aún resuenan las campanas que anuncian el inicio del ciclo productivo, el campo se enfrenta hoy a un escenario marcado por la incertidumbre, la adaptación y la necesidad urgente de innovar.
“Una de las tecnologías con mayor impacto en Valles Altos es el uso de variedades de maíz de ciclo más corto, más precoces. En los últimos ocho años hemos tenido heladas tardías en mayo y junio, y lluvias que no llegan a tiempo. Eso ha obligado a los productores a repensar las fechas de siembra y buscar materiales más tolerantes a esas condiciones”, explica Maya.
Otra práctica que ha cobrado fuerza es la rotación con triticale, un cereal rústico que se adapta bien a sequías, heladas y suelos de baja fertilidad. Además de su resistencia, se ha convertido en una estrategia efectiva para controlar malezas problemáticas como el teocintle, especialmente en zonas como Toluca, Atlacomulco, Tenango y Zumpango.
“El triticale se ha convertido en una alternativa muy importante. Su rusticidad lo hace ideal para condiciones climáticas cada vez más inciertas”, subraya.
Estas soluciones no se construyen de forma aislada. El Hub Valles Altos del CIMMYT ha trabajado durante años en la instalación de plataformas de investigación, módulos y áreas de extensión que permiten validar tecnologías, compartir conocimiento y fomentar la innovación con actores locales.
“Hemos trabajado en conjunto con instituciones como ICAMEX, sobre todo en temas de rotaciones y diversificación. También mantenemos el impulso del sistema milpa y la conservación de maíces nativos en nuestras áreas de extensión”, detalla Maya.
Estas alianzas —con universidades, centros de investigación, técnicos, organizaciones campesinas y gobiernos locales— son la base de una ciencia colaborativa que permite enfrentar el futuro con mayor resiliencia. Un futuro en el que tradiciones como la de San Isidro Labrador, y saberes como los vinculados al maíz nativo, puedan preservarse a través de la innovación.