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Migración, cambio climático y sistemas agroalimentarios

Entre el año 1990 y el 2020 la cantidad de migrantes centroamericanos aumentó 137 %; esto es, pasó de 6,8 millones a casi 16,2 millones. ¿Cuál es el impacto de este fenómeno en la seguridad alimentaria de la región y qué puede hacerse al respecto? 

Participantes del InnovaHub Occidente de Guatemala durante los talleres de capacitación impartidos por el CIMMYT. (Foto: Hub Chiapas-CIMMYT)
Participantes del InnovaHub Occidente de Guatemala durante los talleres de capacitación impartidos por el CIMMYT. (Foto: Hub Chiapas-CIMMYT)

La migración en México y América Latina es un fenómeno complejo y sus causas son múltiples. Las llamadas caravanas o éxodo centroamericano son solo una expresión, una suerte de llamada de auxilio que nace de múltiples crisis, incluyendo la  climática, donde la recurrencia de huracanes, inundaciones, sequías y otros fenómenos —como los efectos de la pandemia— han agudizado la inseguridad alimentaria y el desplazamiento en la región. 

En el sector agroalimentario, la migración sugiere una respuesta a la falta de oportunidades en el campo y ha conducido a una escasez de mano de obra en el sector, aumentado los costos de producción. 

Históricamente la migración en la región ha estado asociada a la agricultura y actualmente los sistemas agroalimentarios y la migración tienden diversos vínculos socioeconómicos entre los países, como el caso de los trabajadores agrícolas guatemaltecos que cada día se trasladan a la región del Soconusco, en Chiapas, México; o la presencia de jornaleros haitianos en las plantaciones en República Dominicana. 

Los riesgos climáticos, sin embargo, inciden en este tipo de dinámicas: sobre la migración internacional hondureña, por ejemplo, puede observarse cómo el huracán Mitch, en 1998 —y la crisis social, económica y ambiental que originó—, constituyó el punto de inflexión que situó a Honduras como un país preponderantemente expulsor de migrantes. 

Si a la incertidumbre climática se le suman los efectos de la pandemia, entonces el panorama de la región se complica aún más: se estima que en el momento más álgido de la pandemia, por ejemplo, más del 40 % de hogares en Guatemala, Honduras y República Dominicana declaró haberse quedado sin comida debido a la falta de ingresos.

Como consecuencia de la pandemia, en 2020 la prevalencia de la inseguridad alimentaria se incrementó a 42 % en Belice, Costa Rica, El Salvador, República Dominicana, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá, afectando a 19 millones de personas, y a 62 millones si se agrega México y Haití. 

Hacia 2022 el panorama de la seguridad alimentaria en la región no era muy alentador y países como Guatemala, Honduras y El Salvador registraron que entre el 40% y 50% de su población en se encontraba en inseguridad alimentaria acentuada, afectando alrededor de 14 millones de personas. Aún más grave, se estima que actualmente más del 25% de la población en Guatemala y Honduras enfrenta una situación de crisis o emergencia alimentaria, esto es 7,2 millones de personas. 

Para complicar el panorama, el aumento de las cotizaciones internacionales de la energía y los alimentos básicos afectó notablemente a los países de la región, particularmente a  los más dependientes de las importaciones de granos básicos para su consumo. Además, países como Costa Rica, Guatemala, Belice, República Dominicana y Honduras, que son más intensivos en el uso de fertilizantes que el promedio de países de América Latina y el Caribe, y del mundo, han tenido un impacto considerable en sus campos. 

El Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) es una institución de investigación científica sin fines de lucro que por casi seis décadas ha desarrollado diversas líneas de investigación y proyectos para garantizar la seguridad alimentaria en la región y el mundo, propone abordar la compleja situación migratoria en Centroamérica mediante: 

Con experiencias positivas en México, donde se ha logrado impactar positivamente en más de 300 mil agricultores en más de un millón de hectáreas con prácticas agrícolas sustentables, el CIMMYT trabaja actualmente para difundir esos aprendizajes y esa metodología con la colaboración de diversas organizaciones y actores locales en la región. 

En Guatemala y Honduras, por ejemplo, recientemente se han instalado cuatro InnovaHubs —dos en cada país— con la intención adaptar y difundir las innovaciones agrícolas que se han identificado como las más pertinentes para cada lugar, pero al mismo tiempo aportando una metodología útil y práctica para gestionar el conocimiento y articular los esfuerzos de los distintas organizaciones. 

Lo anterior forma parte de AgriLAC Resiliente —iniciativa del CGIAR, consorcio de centros de investigación internacionales del cual forma parte el CIMMYT—, que busca transformar los sistemas agroalimentarios en América Latina y el Caribe, aumentando la resiliencia, los servicios ecosistémicos y la competitividad de estos sistemas de la región.

Para miles de centroamericanos que buscan una vida digna más allá de las fronteras nacionales, dotar de resiliencia a sus campos de cultivo significa sentar las bases de una mirada diferente al interior de sus propias naciones, donde la seguridad alimentaria y la agricultura sustentable contribuyen a crear una nueva oportunidad para mejorar sus condiciones de vida sin abandonar sus comunidades.