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México responde a la desertificación desde sus raíces

Las plataformas de investigación impulsadas por el CIMMYT, gobiernos locales y el sector agroalimentario validan soluciones que restauran tierras degradadas y preparan al país para enfrentar el cambio climático.

La desertificación amenaza la producción de alimentos en regiones agrícolas de México. La restauración del suelo, mediante prácticas sostenibles, es clave para enfrentar este reto climático. (Foto: Open AI, ChatGPT)
La desertificación amenaza la producción de alimentos en regiones agrícolas de México. La restauración del suelo, mediante prácticas sostenibles, es clave para enfrentar este reto climático. (Foto: Open AI, ChatGPT)

La desertificación —una forma severa de degradación del suelo que afecta especialmente a zonas áridas y semiáridas— impacta actualmente al 43 % de las tierras secas de México. Según datos de la SEMARNAT, este fenómeno pone en riesgo la producción de alimentos, acelera la migración rural y debilita la resiliencia frente al cambio climático.

Ante este desafío, el CIMMYT, en colaboración con gobiernos estatales, la agroindustria, centros de investigación y organizaciones de productores, promueve un modelo territorial basado en plataformas de investigación agronómica. Estas plataformas, financiadas con inversión pública y privada en regiones estratégicas del país, permiten probar y adaptar las mejores prácticas agrícolas en condiciones reales de cada agroecología.

En el sur del país, por ejemplo, la colaboración con la Secretaría de Fomento Agroalimentario y Desarrollo Rural de Oaxaca (SEFADER) ha facilitado la instalación de plataformas en distintas regiones del estado. En ellas se exploran soluciones para restaurar suelos erosionados y responder a lluvias cada vez más irregulares. A través de estas experiencias, los productores acceden a tecnologías como la agricultura de conservación, la rotación de cultivos y el manejo eficiente del rastrojo, lo que contribuye a conservar humedad, reducir la erosión y mejorar los rendimientos, incluso en ciclos agrícolas inciertos.

Un caso ejemplar se encuentra en Ixtenco, Tlaxcala, en pleno Altiplano cebadero. Allí, en coordinación con productores y técnicos locales, se promueve una estrategia integral de fertilidad que considera tanto las condiciones del suelo como el uso eficiente de nutrientes. Esta iniciativa ha permitido avanzar hacia sistemas más sostenibles, combinando saberes tradicionales con ciencia aplicada para recuperar progresivamente la salud del suelo y elevar la productividad.

Estas plataformas han demostrado, con evidencia científica, que prácticas como la mínima labranza, el uso estratégico del rastrojo, la diversificación de cultivos y el manejo agroecológico de plagas no solo reducen la degradación física y química del suelo, sino que mejoran su estructura, retienen agua, disminuyen las emisiones de gases de efecto invernadero y fortalecen la resiliencia de la agricultura ante sequías, inundaciones y temperaturas extremas.

México cuenta con aproximadamente 125 millones de hectáreas de tierras secas, lo que representa cerca del 65 % de su superficie. En ellas habitan millones de personas que dependen directamente del campo. Por eso, restaurar el suelo es restaurar la vida. Las plataformas de investigación desarrolladas por el CIMMYT y sus aliados demuestran que, con ciencia, inversión y colaboración, es posible revertir los procesos de degradación.

Desde el territorio, el CIMMYT ha desarrollado soluciones para los desafíos del presente y del futuro. La lucha contra la desertificación no es solo un objetivo ambiental, sino una apuesta estratégica por el bienestar del país.