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La Lobera, una esperanza para la agricultura

“La alta marginalidad es para la gente que de veras no tiene dónde sembrar, que no tiene ni un cuadrito, esa gente que vive en las azoteas de las casas porque a veces no tiene ni para un kilo de tortillas. Les dije que aquí tenemos tierras, ganas de trabajar, ¿qué estamos haciendo?”.

Dolores Robles González, doña Lola, mira el paisaje que ofrece la sierra del Teúl de González Ortega como si ahí se encontrara la felicidad, en medio de plantíos y grandes nubes que auguran una lluvia abundante para los cultivos. Tiene 73 años y con su diminuto cuerpo ha trabajado su tierra en la comunidad La Lobera desde hace varias décadas. Afirma que desde pequeña era necia y desde siempre le gustó participar en las labores del campo, porque no se podía estar quieta.

Con timidez, refiere que estudió únicamente hasta segundo de primaria, pero eso no le impidió seguir la tradición de cientos de zacatecanos que emigran a Estados Unidos en busca de un mejor porvenir. Allá permaneció cerca de 30 años, la mitad de los cuales trabajó como jornalera, pero el amor por su tierra la trajo de vuelta, con ánimos de rescatar a La Lobera del paulatino abandono ante la fuga de los jóvenes hacia Estados Unidos.

Una esperanza

A mediados de 2014, un grupo de ingenieros de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) llegó a la comunidad La Lobera con una propuesta para rescatar los suelos y detonar la actividad productiva de la región: el Proyecto Estratégico para la Seguridad Alimentaria (PESA), que incluía en su esquema de transferencia de tecnología la aplicación y el uso de la Agricultura de Conservación, eje principal del programa Modernización Sustentable de la Agricultura Tradicional, MasAgro, lo que motivó a que el CIMMYT se sumara a este proyecto.

Sin embargo, la tradición llevó a muchos campesinos a desconfiar de la propuesta. Solo una persona decidió participar en el programa: doña Lola. “Cuando ellos doblaron sus cosas yo me quedé pensando: vienen con tanta voluntad, trabajan tanto para estudiar y para que vengan acá a dárselo a la gente que no tiene, analfabeta, que no sabemos nada, y que les digan ‘no, aquí no queremos nada, vete’. Ya se iban a ir y les dije: ‘no se vayan, yo tengo un pedazo de tierra, vamos, yo les voy a dar un pedazo de tierra’”. Y así comenzó el proyecto.

La problemática

En el análisis de la tierra se vio que los suelos tenían mucha acidez, además de que el pastoreo había terminado con la materia orgánica en la tierra y a unos 30 centímetros de profundidad se creó una capa muy dura de dimensiones similares que impedía el crecimiento de las plantas.

Por ello, Julio César González, técnico certificado en Agricultura de Conservación, que trabaja para el grupo de consultores Agrocime SC, fue el designado por la SAGARPA para asesorar a doña Lola durante varios meses en el rescate de sus tierras y así devolverle su productividad, aunque eso implicara viajar 220 kilómetros desde la capital del estado, únicamente para apoyarla a ella, pero el esfuerzo valió la pena.

“Yo sacaba por hectárea bien trabajada a veces tres o cuatro toneladas, y ese año me rindió a siete u ocho toneladas de maíz y le invertí menos, pues hasta antes del proyecto la inversión era de alrededor de 13 mil pesos por hectárea, pero con la introducción de la Agricultura de Conservación a mis tierras y la capacitación brindada por el técnico, este monto se redujo a cerca de 8 mil pesos por hectárea.” Estos resultados despertaron la inquietud en los otros productores de La Lobera, y azuzados por doña Lola y su experiencia exitosa, decidieron sumarse al proyecto.

Labor de convencimiento

De dos hectáreas y un solo productor en 2014, este año se sembraron poco menos de 100 hectáreas y ahora participan alrededor de 36 productores; sin embargo, doña Lola fue parte fundamental para que el proyecto prosperara en La Lobera.

“Yo les dije: tenemos que levantar este rancho, trabajar para que la gente viva, para que no se vaya y esté feliz en su tierra. Aquí es bonito, está feliz la gente, no hay corrupción de ninguna clase.”

Y aunque doña Lola insistía en que le entraran al proyecto, muchos productores aún se mostraban recelosos e incluso varios alegaron encontrarse en situación de vulnerabilidad; no obstante, “les dije que no estamos en alta marginalidad, estamos flojeando”.

“La alta marginalidad es para la gente que de veras no tiene dónde sembrar, que no tiene ni un cuadrito, esa gente que vive en las azoteas de las casas porque a veces no tiene ni para un kilo de tortillas. Les dije que aquí tenemos tierras, ganas de trabajar, ¿qué estamos haciendo?” .

Se arriesgan

Así fue como decidieron participar en el proyecto. Enviaron sus tierras a análisis, recibieron las pláticas del personal contratado por la SAGARPA y capacitado por el CIMMYT y comenzaron a preparar los suelos para el ciclo de siembra; parte de este cambio implicó la aplicación de cal en el suelo para reducir la acidez.

Tratada la tierra y preparados los surcos para la siembra, actualmente se encuentra en proceso la producción de maíz forrajero y se prueban otros cultivos, como el sorgo y el girasol. En el caso del maíz, gracias al trabajo del programa MasAgro Maíz se sembraron ocho especies diferentes, entre criollos e híbridos traídos del Estado de México, cuya altura es similar a la de la sierra del Teúl de González Ortega.

Además de los objetivos mencionados del PESA, se pretende pasar del cultivo para autoconsumo a la producción en cantidades mayores para poder vender el excedente y que les deje ganancias a los productores.

Un sueño

Doña Lola asegura que, a pesar de su edad, no dejará de trabajar sus tierras: “yo sola trabajo la tierra, ahorita lo que estoy haciendo es una alcancía porque me voy a comprar un tractor para que pueda jalar todas las máquinas, porque es el problema que tenemos: los tractorcillos ya se andan muriendo, nomás trabajan porque les echan gasolina”.

Para ella la sierra es la vida entera: “estas sierras es lo que te dan: salud y vida, porque los viejitos ya no tienen enfermedad, se mueren de viejitos. Es el ambiente y la comida”. No obstante, expresa que le entristece ver que los jóvenes aún piensan en migrar hacia Estados Unidos. “Aquí está nuestro México y aquí está nuestro rancho, estas sierras son muy bonitas; nosotros tenemos aquí una cualidad muy grande: tanto argüende que los zetas y que quién sabe cuánta gente que anda por ahí suelta y nunca nos han molestado. Esta sierra es sana, bonita, ¿qué anda haciendo la gente por otro lado?”, finaliza doña Lola.