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La agricultura mexicana puede hacer una transición para ser más resiliente con la tecnología

La Red Global de Agricultores comparte su perspectiva sobre los desafíos que enfrentan los agricultores y la seguridad alimentaria mundial.

En México y en gran parte del mundo, el costo de los alimentos disminuyó considerablemente el mes pasado, pero sigue acercándose peligrosamente a los máximos históricos registrados a principios de este año, según un organismo de las Naciones Unidas.

Los nuevos datos del Índice de precios de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) son una prueba más de que, si queremos construir un sistema agrícola resistente que mantenga los alimentos abundantes y asequibles, los agricultores como yo necesitamos tener acceso a las mejores tecnologías, orientadas al futuro y basadas en la ciencia, y no a las medidas restrictivas retrospectivas que muchos gobiernos intentan imponer a los productores de alimentos.

Esto es especialmente cierto aquí en México, donde los funcionarios públicos están promoviendo políticas agrícolas peligrosas que dañarán el potencial de rendimiento de los agricultores mexicanos y se sumarán a la actual inflación alimentaria de nuestro país. Paradójicamente, el principal centro de investigación agrícola del mundo para el trigo y el maíz ha hecho un nuevo llamamiento a la “resiliencia del sistema agroalimentario a largo plazo”.

El Centro Internacional de Mejoramiento de Trigo y Maíz, también conocido como CIMMYT, es un recurso increíble para los agricultores de todo el mundo. Mi familia ha participado en su trabajo durante décadas, remontándose a la época en que Norman Borlaug, el padre de la Revolución Verde empezaba a hacer grandes progresos en el rendimiento del trigo.

En julio, un equipo de científicos del CIMMYT publicó su estrategia para hacer frente a la subida de los precios de los alimentos. Se centraron sobre todo en el trigo, sometido a un gran estrés debido a la invasión rusa de Ucrania, pero sus recomendaciones generales se aplican a todos los productos básicos.

Su consejo a corto plazo consiste en aumentar la producción y sustituir parcialmente la harina de trigo por otros cereales de bajo coste para compensar los altos precios del trigo. A medio y largo plazo, el CIMMYT aboga por una mayor resiliencia de nuestros sistemas alimentarios mediante la mejora genética de las semillas y el control de las plagas. De manera significativa, los autores instan a “crear capacidad para promover una amplia vigilancia de plagas y patógenos”.

Este es un consejo importante porque las plagas, las malas hierbas y las enfermedades son tres de las mayores amenazas para la producción de alimentos en casi todo el mundo. Si vamos a desarrollar una “resiliencia del sistema agroalimentario a largo plazo” que incluya todo lo relacionado con la mitigación del cambio climático y la equidad de género que también defiende el CIMMYT, debe empezar por ayudar a los agricultores como yo a defender nuestros cultivos de sus amenazas más básicas pero en permanente evolución.

Y eso significa darnos acceso a la tecnología basada en la ciencia. Necesitamos las mejores semillas, las mejores máquinas y las mejores técnicas de gestión de cultivos. También necesitamos la mejor protección de los cultivos para que lo que plantamos pueda desarrollar todo su potencial.

En lugar de limitar las opciones de los agricultores, deberíamos tratar de ampliarlas. Este es, de hecho, el gran legado del CIMMYT. A través de una ciencia sólida y una innovación creativa, ha dado a los agricultores más herramientas que nunca.

En mi granja, ya combatimos las plagas, las malas hierbas y las enfermedades mediante prácticas tradicionales como la rotación de cultivos. Sin embargo, esta práctica ancestral ya no es suficiente. En esta era de la sostenibilidad y la conservación, necesitamos especialmente una protección avanzada de los cultivos, que pueda funcionar como un “arado virtual” que fortalezca nuestro suelo al retener la humedad, secuestrar carbono, aumentar la biodiversidad, mejorar los sistemas de raíces y reducir la erosión.

En los próximos años, nos gustaría explorar otras tecnologías de protección de cultivos, como las aplicaciones con drones, que nos permitirían trabajar con más precisión y menos dependencia de los combustibles fósiles.

Mientras pensamos en el futuro, y mientras los agricultores de todo el mundo intentan cultivar más alimentos en menos tierra, deberíamos adoptar la tecnología como una solución en lugar de temerla como un problema.

Tenemos tantos problemas reales con la guerra, la inflación, el acceso a los combustibles y los fertilizantes, la agitación de los mercados y el cambio climático que no necesitamos limitarnos dudando en la aplicación de nuevas tecnologías, especialmente cuando se ha demostrado que son seguras. (Si nos engañamos a nosotros mismos prohibiendo estas opciones, los agricultores pagarán un precio muy alto en su lucha por cultivar alimentos y los consumidores asumirán el costo cuando coman).  Todas las opciones tecnológicas deben seguir sobre la mesa.

Aunque los precios de los alimentos bajaron un 8.6% entre junio y julio, son más de un 13% más altos que en esta época del año pasado, según el Índice de precios de los alimentos de la FAO.

Esto puede ser un rayo de esperanza en medio de la obscuridad, pero el pronóstico es imprevisible: “El descenso de los precios de los productos alimentarios desde niveles muy elevados es bienvenido”, aseguró el economista jefe de la FAO, Máximo Torero, quien también advirtió que “siguen existiendo muchas incertidumbres” y éstas “suponen serias tensiones para la seguridad alimentaria mundial”.

La agricultura debe ser más resistente, como pide el CIMMYT.

Y los agricultores como yo necesitamos el apoyo de los responsables políticos y del público en general en nuestra lucha por cultivar los alimentos que todo el mundo necesita.

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