
Así como una herencia, el trabajo en el campo es algo que pasa de generación en generación. Los padres les enseñan a sus hijos e hijas a involucrarse en el campo desde pequeños. Los llevan con ellos en los días de trabajo para que puedan aprender a trabajar las tierras, de las cuales algún día podrían ser responsables.
Tal como lo es la historia de Primo Martínez Sánchez, un productor de la comunidad de San José Ixtapa, Temascalcingo, Estado de México, quién se dedica a la agricultura hace más de 25 años. “Mi papá siempre se ha dedicado a sembrar. Y me involucró en el campo desde niño, cuando estaba en la primaria”, comparte Martínez.
Además, su padre ha compartido sus conocimientos adquiridos a lo largo de los años con él, como la implementación de prácticas sostenibles, entre ellas la agricultura de conservación. “Mi papá conoció a Fernando Delgado, superintendente de la estación experimental del CIMMYT en Metepec. Él fue el que empezó a ayudarlo a aplicar esta práctica”, agrega.
Gracias a su padre, Primo encontró el gusto por el campo. Ahora, él quiere compartir este gusto con sus hijas y su hijo. Sin embargo, se enfrenta a una problemática: “A mi hijo, de 15 años, no le llama mucho la atención. Además, cuando lo llevo a trabajar al campo, él me dice que es muy pesado”. Primo trata de explicarle que: “El campo es de donde come mucha gente, pero actualmente a muchas generaciones ya no les gusta el campo”.
Existen diferentes motivos por los cuales los jóvenes en la actualidad ya no están interesados en el trabajo de campo. Uno de estos motivos es lo pesado de esta actividad, otro, es el encarecimiento de los insumos que se utilizan en la agricultura, como el fertilizante o incluso las semillas.
Por medio de diversas instituciones y sectores tanto público como privado, se puede buscar el apoyo para las y los productores de diferentes escalas y edades para que continúen con su producción e, incluso, motivarlos para que no abandonen el campo. Primo Martínez comenta al respecto: “Por ejemplo, con los que no tienen acceso a maquinaria, pero tienen intenciones de sembrar, debería de existir un apoyo o incentivo gubernamental”. También, se puede promover el interés por el campo en los niños, las niñas, las y los jóvenes desde su educación.
Por ende, es una tarea de todos. La agricultura es una actividad fundamental para la seguridad alimentaria y la economía a nivel mundial. “Nos tenemos que poner las pilas para sembrar, porque va a llegar un momento en que no vamos a tener qué comer. El campo es el que produce los alimentos, y si no hay quien los siembre, habrá escasez y quizá una guerra alimentaria porque no habrá qué cosechar”, comenta Primo Martínez.
Consciente de este panorama, hace un llamado a los jóvenes: que no abandonen el campo. Y también, pide a las instituciones apoyar a quienes han dedicado su vida a trabajar la tierra. Solo así podrá salvarse el legado de millones de productores y protegerse la autosuficiencia alimentaria.
Por eso, en el CIMMYT trabajamos de la mano con diversos actores del sector agroalimentario —productores, autoridades, centros de investigación, empresas, escuelas, entre otros— para que el campo no solo se conserve, sino que florezca en manos de las nuevas generaciones.