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Del conocimiento heredado al compartido, don Martín multiplica su cosecha y abre camino a otros

Don Martín Mex Pat, productor de Tihosuco, Quintana Roo, transforma su parcela con prácticas innovadoras gracias al acompañamiento del Gobierno del Estado y CIMMYT, demostrando que los agricultores impulsan la innovación desde el territorio.

Don Martín Mex Pat, productor de Tihosuco, transforma su parcela con apoyo del Gobierno del Estado y CIMMYT. (Foto: Gabriela Bracamonte/CIMMYT)
Don Martín Mex Pat, productor de Tihosuco, transforma su parcela con apoyo del Gobierno del Estado y CIMMYT. (Foto: Gabriela Bracamonte/CIMMYT)

En Tihosuco, Quintana Roo, don Martín Mex Pat se despierta cada mañana con una idea clara: seguir aprendiendo para sembrar mejor. Durante años cultivó como le enseñaron sus mayores, tenía que confiar en la tradición. Roza, tumba y quema, siembra sin medidas o arreglo, semillas al aire, sin tratamiento previo, sin control de plagas. Así se había hecho siempre. Y aunque los rendimientos no eran los mejores, había una resignación silenciosa. Era lo que tocaba. Pero el ciclo primavera-verano de 2024 marcó un punto de quiebre. Con la llegada del proyecto Seguridad Alimentaria y Nutricional para Comunidades Rurales del Estado de Quintana Roo, impulsado por el Gobierno del Estado y CIMMYT, don Martín se atrevió a hacer las cosas diferente.

Recibió acompañamiento desde antes de sembrar. Por primera vez escuchó sobre tratamiento pregerminativo, densidad de siembra y arreglos óptimos en la parcela. Aprendió a aplicar fertilizante de manera dosificada, a controlar el gusano cogollero con productos de bajo impacto y a almacenar su semilla en bolsas herméticas. Con paciencia, atención y apertura, comenzó a transformar su parcela de media hectárea en un espacio de innovación.

“El primer día pensé que era mucho cambio, que tal vez no funcionaría”, recuerda. “Pero después vi cómo germinaron todas las semillas, y eso me animó. Antes sembraba y me resignaba a que el pájaro se las comiera. Ahora las cuido desde el principio y no se pierde casi nada”.

El resultado fue claro. En su área de innovación cosechó mil trescientos cincuenta kilos de maíz criollo mejorado variedad Chichén Itzá. En el área testigo, donde mantuvo las prácticasconvencionales, obtuvo mil kilos. Ambas cifras superan el promedio regional, pero lo más importante para él no fue la cantidad. Fue saber que lo sembrado estaba bien cuidado, que su esfuerzo se tradujo en alimento seguro para su familia y, además, en la posibilidad de vender semilla a otros productores. “Me alcanzó para comer y también para vender. Los compañeros que vinieron a ver mi parcela me pidieron semilla, y eso me dio gusto. Que otros siembren como yo, que les sirva lo que aprendí”, comenta.

A don Martín no le gusta hablar de sí mismo como ejemplo, pero sus compañeros lo buscan, le preguntan, se animan a probar lo que él ya implementó . “Les gustó la forma en que sembré”, dice con sencillez. Sabe que el conocimiento no sirve si no se comparte. Por eso, cada vez que hay recorridos de campo o reuniones de grupo, se toma el tiempo para explicar cómo lo hizo, qué funcionó y qué errores no repetiría. Aprendió en el hacer, y eso lo valora.

“Yo pensaba que así estaba bien, que ya no había otra forma. Pero ahora veo que sí, que con ayuda se puede mejorar. Y no se trata de dejar lo que uno ya sabe, sino de hacerlo mejor, de cuidar más lo que sembramos”, reflexiona. Y luego añade, con humildad y orgullo: “Antes hacía todo a ojo, ahora entiendo por qué cada paso importa. Y si puedo, quiero seguir aprendiendo. Porque si uno no aprende, se queda atrás”.

La historia de don Martín confirma una convicción que compartimos en CIMMYT. Los agricultores impulsan la innovación. Su experiencia, su disposición al cambio y su forma de compartir el conocimiento con otros productores no solo mejoran su parcela, también orientan y enriquecen nuestro trabajo científico. La innovación nace en el campo, con personas como él.

Hoy, don Martín representa a tantos hombres y mujeres del campo que no solo trabajan la tierra. La escuchan, la entienden, la respetan. Su historia no es excepcional por los números, sino por lo que refleja: compromiso, humildad, orgullo de ser productor. Porque para él, sembrar es mucho más que una actividad. Es una forma de vida, de enseñar, de compartir, de seguir adelante.

Por eso, el proyecto Seguridad Alimentaria y Nutricional para Comunidades Rurales del Estado de Quintana Roo, impulsado por CIMMYT en colaboración con el Gobierno del Estado, es un ejemplo de cómo la política pública y la ciencia pueden unirse para transformar la vida de los productores. Esta alianza les brinda más alternativas frente al cambio climático, fortalece su resiliencia y genera bienestar para sus familias y sus comunidades.