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Los guardianes del maíz criollo: la conservación de la semilla que sostiene la vida en Quintana Roo

 

Integrantes del grupo de guardianes del maíz criollo en Tres Garantías, Quintana Roo, quienes lideran el rescate y resguardo de las semillas nativas que sostienen la alimentación y la identidad agrícola de sus comunidades. Fotografía: Gabriela Bracamonte, CIMMYT

Tres Garantías, Quintana Roo. — En las comunidades rurales del sur de Quintana Roo, donde las milpas aún trazan la forma del paisaje y la vida se organiza en torno a los ciclos del campo, un movimiento ha comenzado a transformar la relación con la tierra. Son los llamados guardianes del maíz criollo, hombres y mujeres que han decidido recuperar, proteger y devolver a la milpa las semillas nativas que alimentaron a generaciones enteras y que en los últimos años parecían destinadas a desaparecer.

Su labor se ha vuelto parte del corazón del proyecto “Seguridad Alimentaria y Nutricional para Comunidades Rurales del Estado de Quintana Roo”, impulsado por la Agencia de Seguridad Alimentaria (ASAQROO), el Instituto de Economía Social y Solidaria (IESSOL), la Secretaría de Bienestar (SEBIEN) y acompañado técnica y científicamente por el CIMMYT. Aunque este proyecto incluye procesos formativos de inclusión financiera, talleres agronómicos especializados, formación de líderes comunitarios y la consolidación de redes de herreros locales capaces de fabricar silos herméticos, todo ello funciona como un marco de apoyo. El centro, la esencia, ocurre en las parcelas y en las manos de quienes han decidido preservar el maíz criollo como un patrimonio vivo.

Durante años, la expansión de materiales comerciales había desplazado a las variedades nativas que habían sobrevivido por su capacidad de adaptarse al clima, al suelo y al conocimiento tradicional. Pero para las familias de comunidades como Tres Garantías, Tierras Negras, Tepich y Sacalaca, la semilla criolla nunca fue solo un insumo agrícola: es memoria, identidad, una herencia cuyo valor no puede medirse únicamente por el rendimiento. Su color, su textura y su aroma conservan historias que la modernización no borró del todo, y son precisamente esos rasgos los que hoy motivan a los guardianes a devolverle su lugar en la milpa.

Explicar su labor no es sencillo. Lo que hacen es más profundo que un proceso técnico: es un ejercicio de observación, paciencia y continuidad cultural. Seleccionan las plantas más vigorosas, esperan a que el grano alcance su punto ideal, desgranan, separan, secan y resguardan. Y luego comparten. Bolsas pequeñas van de una familia a otra, acompañadas de consejos sobre lluvias, plagas, manejo del suelo o almacenamiento. Es una circulación de conocimiento que fortalece la autonomía comunitaria y refuerza los vínculos entre quienes reconocen en la semilla no solo un cultivo, sino una responsabilidad.

El productor Baldemar Reyes Fuentes, uno de los guardianes más activos en Tres Garantías, lo expresa con una claridad que trasciende lo técnico: “Habíamos perdido nuestra semilla por la entrada de otros maíces, pero ahora la estamos recuperando para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos”. Su testimonio condensa el sentido de este movimiento: no se trata de nostalgia, sino de futuro.

Baldemar Reyes Fuentes, uno de los guardianes del maíz criollo en Tres Garantías, comparte con orgullo el proceso de recuperación de las semillas nativas que su comunidad busca preservar para las próximas generaciones. Fotografía: Gabriela Bracamonte, CIMMYT

El acompañamiento del CIMMYT ha aportado soluciones basadas en datos y en la ciencia que desarrolla, para fortalecer estos procesos sin desplazar sus raíces comunitarias, entre ellas destacan la capacitación en selección de semilla, el manejo poscosecha y las prácticas agronómicas más resilientes, los guardianes integran ciencia y tradición en una misma parcela, demostrando que ambas pueden coexistir y potenciarse mutuamente.

El resultado de este trabajo colaborativo —entre guardianes, instituciones y ciencia— es visible no solo en las parcelas, sino en la manera en que las comunidades se piensan a sí mismas. Las comnunidades agrícolas coinciden en una emoción que se repite: “En la parcela, en mi milpa… me siento feliz”. Esa felicidad no proviene únicamente de una buena cosecha, sino del reconocimiento de que están recuperando algo que parecía a punto de perderse: su semilla, su autonomía, su vínculo con la tierra.

Productores de Tres Garantías trabajan la milpa al amanecer como parte del esfuerzo comunitario por recuperar y multiplicar el maíz criollo, una labor que combina tradición, conocimiento local y acompañamiento técnico del CIMMYT. Fotografía: Gabriela Bracamonte, CIMMYT

En un contexto de variabilidad climática, transformaciones profundas en los sistemas agrícolas y una pérdida acelerada de diversidad genética a nivel global, lo que ocurre en las comunidades del sur de Quintana Roo cobra una relevancia especial. El trabajo de los guardianes del maíz criollo se ha convertido en un acto de resguardo de la biodiversidad y, al mismo tiempo, en una apuesta consciente por la soberanía alimentaria, con el potencial de inspirar a otras regiones.

En paralelo, el proyecto ha fortalecido la organización comunitaria mediante la creación de cuatro puntos de maquinaria en Tepich, Sacalaca, Huatusco y Tres Garantías. Estos espacios reúnen equipos de uso compartido y permiten realizar las labores agrícolas con mayor eficiencia, utilizando herramientas adaptadas a las prácticas y necesidades de cada territorio. Además de facilitar la implementación de enfoques de agricultura regenerativa, buscan garantizar que la tecnología esté al alcance de los grupos organizados, de las comunidades y no quede limitada por barreras económicas o logísticas. En esencia, se trata de liberar tiempo, promover ahorros en los costos de producción y energía para que más familias puedan concentrarse en el cuidado de la milpa y en el desarrollo de sus sistemas productivos, en lugar de destinar esfuerzo a resolver desafíos técnicos que pueden abordarse de manera colectiva.

Si bien el proyecto estatal ofrece el marco institucional y el CIMMYT aporta la ciencia y el acompañamiento técnico necesario, la energía que sostiene este proceso nace en las parcelas: en los costales de semilla cuidadosamente resguardada, en las decisiones colectivas de las comunidades y en la convicción compartida de que el futuro se construye —igual que la milpa— con paciencia, organización y trabajo común.

Lo que hoy germina en este rincón del sur de México no es solo maíz criollo. Es una forma de reafirmar identidad, de fortalecer comunidades y de sostener la vida. Y son los guardianes —con su dedicación callada y su compromiso con la semilla— quienes están trazando el camino.