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Treinta años cultivando innovación: la Plataforma Soledad de Graciano Sánchez celebra tres décadas regenerando suelos y transformando la agricultura

Treinta años de investigación, colaboración y trabajo con productores respaldan los resultados de la Plataforma de Investigación Soledad de Graciano Sanchez, en San Luis Potosí, donde el INIFAP y el CIMMYT han demostrado que la agricultura sustentable no solo regenera los suelos, sino que también aumenta los rendimientos y reduce los costos de producción, impulsando la transformación sostenible de los sistemas agroalimentarios del país.

El doctor Miguel Ángel Martínez Gamiño, responsable original de la Plataforma Soledad, revisa el maíz producido bajo prácticas de agricultura de conservación. Durante tres décadas, este sitio ha demostrado que es posible regenerar los suelos y aumentar la productividad en las condiciones semiáridas de San Luis Potosí.

San Luis Potosí, México. — Hace treinta años, un grupo de investigadores encabezado por el doctor Miguel Ángel Martínez Gamiño estableció en esta región semiárida la Plataforma de Investigación Soledad de Graciano Sánchez, con un objetivo visionario: demostrar que la agricultura sustentable puede ser rentable, productiva y regeneradora del suelo.

Hoy, tres décadas después, esta plataforma es el resultado de la estrecha colaboración entre el INIFAP y el CIMMYT y se mantiene como uno de los experimentos de largo plazo más importantes de México en agricultura de conservación, y como un referente de cómo la ciencia y la colaboración interinstitucional pueden transformar los sistemas agroalimentarios. Es también un ejemplo global de que co-construir soluciones con productores, investigadores y actores del sector basadas en la evidencia científica es el camino para garantizar sistemas nutritivos, resilientes y sostenibles.

Ciencia al servicio de los productores

Desde su creación en 1995 y a lo largo de 60 ciclos agrícolas, la Plataforma ha generado conocimiento sólido sobre las prácticas que mejoran la salud del suelo y la rentabilidad de los cultivos. Los resultados son contundentes: la adopción de la agricultura de conservación ha logrado reducir costos de producción y aumentar rendimientos significativamente —alcanzando hasta 17 toneladas de maíz por hectárea, con potencial de superar las 20 mediante una gestión más eficiente del riego.

El doctor Miguel Ángel Martínez Gamiño, responsable original de la plataforma, recuerda que los beneficios fueron evidentes desde los primeros años:

“Desde el comienzo vimos las bondades de no barbechar, de mantener la porosidad, la estructura del suelo y su fertilidad a través del aporte de raíces. Aprendimos que el suelo puede regenerarse si lo tratamos con respeto”.

Por su parte, el doctor Simon Fonteyne, líder de investigación agronómica del CIMMYT, destaca la evidencia acumulada tras casi una década de seguimiento continuo:

“Después de siete años comprobamos que sí es posible regenerar los suelos degradados y, al mismo tiempo, reducir los costos de producción. Es un resultado tangible que demuestra que la agricultura de conservación funciona y mejora la rentabilidad de los productores”.

Durante una jornada técnica en la Plataforma Soledad, investigadores del CIMMYT y del INIFAP presentan los avances de 30 años de agricultura de conservación, con resultados que muestran su impacto positivo en la salud del suelo y la rentabilidad de los cultivos.

Un laboratorio vivo de innovación participativa

La Plataforma Soledad de Graciano Sánchez es un ejemplo de ciencia participativa que año tras año, en sus parcelas demostrativas impulsa a productores, investigadores y técnicos a compartir aprendizajes y resultados a través de eventos, talleres y días de campo.
Los conocimientos generados aquí alimentan los menús tecnológicos que el CIMMYT y sus socios elaboran para ofrecer a los agricultores opciones adaptadas a sus condiciones locales y recursos disponibles.

El doctor Mariel Guerra, coordinador nacional de Plataformas de Investigación del CIMMYT, resalta que este trabajo colaborativo ha permitido enfrentar los retos que impone el cambio climático y ofrecer alternativas reales a las comunidades rurales:

“Las bondades de las prácticas de agricultura de conservación son muy perceptibles en estas condiciones de clima semiárido. Contamos con resultados concretos y bien documentados sobre sus impactos en la salud del suelo. Los tratamientos que evaluamos están orientados a resolver los principales problemas de la región —la degradación de los suelos, la escasez de agua y las sequías recurrentes— y a generar información valiosa que actualizamos constantemente en los menús tecnológicos que compartimos con los productores”.

En la Plataforma Soledad, la ciencia dialoga con el productor: cada ciclo es una oportunidad para aprender y transformar juntos el campo.

Colaborar para transformar el sector agroalimentario en México

A lo largo de tres décadas, la Plataforma Soledad de Graciano Sánchez ha sido testigo del poder de la colaboración. Instituciones públicas, organizaciones locales, técnicos y productores han demostrado que, cuando la ciencia se arraiga en el territorio, el conocimiento se convierte en transformación. Los resultados son claros: la agricultura de conservación ha permitido reducir costos de producción, mejorar la eficiencia en el uso del agua y aumentar los rendimientos, fortaleciendo así la rentabilidad y resiliencia de las comunidades rurales.

El modelo ha inspirado la creación de otras plataformas y módulos en distintas regiones del país y en Centroamérica, replicando su enfoque: integrar la ciencia con las comunidades para impulsar la transformación sostenible de los sistemas agroalimentarios.

El ingeniero Alberto Cabello, gerente del Hub INGP del CIMMYT, destaca que esta sinergia también se traduce en un sistema de comunicación más cercano con los productores:

“Uno de los retos más grandes que enfrentamos en el hub fue lograr que los agricultores conocieran y pudieran implementar el sistema de agricultura de conservación. A través de las plataformas y los módulos de validación, comprobamos que se pueden adaptar sembradoras convencionales, incrementar rendimientos y bajar costos. La plataforma se ha convertido en un espacio de comunicación directa con el agricultor, donde mostramos en campo cómo funcionan estas prácticas y los beneficios que generan”.

Una inversión que no debe detenerse

Treinta años después, la historia de esta plataforma de investigación agronómica confirma que invertir en ciencia aplicada al campo es invertir en el futuro. Las plataformas de investigación como esta son espacios donde la evidencia se traduce en acción, donde la sostenibilidad deja de ser un discurso para convertirse en práctica.

Mantener viva la inversión en estos sitios de innovación es esencial. Porque cada experimento, cada ciclo y cada productor que se suma es una semilla de futuro: una promesa de suelos más fértiles, comunidades más fuertes y una agricultura que cuide la vida.