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Rendimientos y sustentabilidad

La evidencia generada en plataformas de CIMMYT demuestra que las prácticas sustentables pueden elevar los rendimientos, reducir costos y cuidar el suelo.

Productores de Sinaloa muestran los beneficios de prácticas sustentables como las camas permanentes: mayor rendimiento, menor costo y conservación del suelo. (Foto: CIMMYT)
Productores de Sinaloa muestran los beneficios de prácticas sustentables como las camas permanentes: mayor rendimiento, menor costo y conservación del suelo. (Foto: CIMMYT)

En las plataformas de investigación distribuidas en distintas regiones de México, una constante emerge: la ciencia aplicada, desarrollada por CIMMYT en colaboración con instituciones como el INIFAP y diversas universidades, ofrece respuestas concretas a los retos que enfrenta la agricultura. Uno de los hallazgos más relevantes, documentado a lo largo de más de una década, es que las prácticas sustentables no solo ayudan a preservar el suelo y a reducir costos: también permiten mejorar los rendimientos de los cultivos.

Desde Sinaloa hasta Chiapas, la evidencia demuestra que es posible hacer agricultura rentable y resiliente al mismo tiempo. En la Plataforma de investigación de Guasave, Sinaloa, por ejemplo, se ha documentado que, como alternativa al sistema convencional que prevalece en la región —en el que se realiza barbecho y de tres a cinco pasos de rastra como preparación del suelo, propiciando la pérdida de materia orgánica—, la siembra en camas permanentes podría eliminar casi toda la labranza y sus efectos negativos. Además, en el periodo comprendido entre 2011 y 2021, en promedio el rendimiento fue ligeramente mayor en camas permanentes —13,6 toneladas por hectárea con labranza convencional y 14,1 toneladas por hectárea con camas permanentes—.

Además del rendimiento ligeramente mayor, las camas permanentes reducen los costos de producción: en la plataforma, al evitar los pasos de maquinaria, la siembra en camas permanentes es menos costosa que la siembra en camas con labranza convencional. Debido al rendimiento similar o mayor —a largo plazo— y la reducción en costos de labranza, la siembra de maíz en camas permanentes es una opción más rentable para el productor y, al mismo tiempo, más amigable con el medioambiente.

En la región del Papaloapan, en Oaxaca, el equipo técnico de la Plataforma de San Juan Cotzocón tomó datos de cinco años y evaluó los siguientes componentes: tipos de labranza (camas permanentes angostas, cero labranza y labranza convencional), manejo del rastrojo (dejar, retirar y dejar más pastoreo), fertilidad. Los sistemas de siembra en camas permanentes angostas con una fertilización integral son los que tuvieron mejores rendimientos de maíz (hasta 7.2 toneladas por hectárea). El menor rendimiento (3.55 toneladas por hectárea) se obtuvo en la siembra directa en plano con retiro de rastrojo.

Las camas permanentes son una forma de facilitar la mínima labranza y reducir el riesgo de erosión, ya que ayudan a controlar el agua y el paso de maquinaria. De acuerdo con lo observado en esta plataforma, esta forma de cultivar ofrece una oportunidad de mejora en el rendimiento comparado con siembras en plano. Así, el tratamiento de maíz en relevo con mucuna, camas permanentes y cobertura con rastrojo es el que mejor se ha comportado en los ciclos agrícolas evaluados.

La diversificación de cultivos y arreglos topológicos más adecuados también ha mostrado beneficios contundentes para elevar los rendimientos y, aunque los resultados de las plataformas no son extrapolables de forma automática ya que cada incremento de rendimiento está ligado a un contexto agroecológico, una tecnología adaptada y una serie de decisiones informadas, la constante es clara: con ciencia, acompañamiento técnico y voluntad de innovar, es posible lograr más con menos. Menos desgaste del suelo, menos costos y más resiliencia.

Los desafíos del campo mexicano no se resuelven con fórmulas únicas, sino con evidencia localizada y adaptaciones permanentes. Las plataformas de investigación del CIMMYT y sus colaboradores cumplen un papel estratégico al generar ese conocimiento vivo, validado y compartido. Por ello, seguir invirtiendo en esta ciencia aplicada es fundamental para que más productores accedan a soluciones reales y sostenibles.