
En un momento crítico para la agricultura mexicana, marcado por la escasez de agua, la pérdida de áreas aptas para cultivos tradicionales y la urgencia de adaptarse al cambio climático, el CIMMYT reunió a representantes de la Secretaría de Agricultura del Gobierno de México, productores, empresas del sector agroalimentario e instituciones científicas en el taller Dryland Crops: Oportunidades de cultivos alternativos en el contexto del cambio climático.
“El clima está cambiando y las necesidades tanto del campo como del consumidor también. Si seguimos haciendo lo mismo, tendremos los mismos problemas, pero intensificados. El momento de invertir en soluciones era ayer; hoy es nuestra segunda mejor oportunidad”, expresó Kevin Pixley, director del Programa de Cultivos para Regiones Semiáridas del CIMMYT. La actividad tuvo como objetivo abrir un espacio de consulta y diálogo con distintos actores para pensar en conjunto qué se puede cultivar en un futuro cada vez más seco y variable, con opciones que sean viables tanto agronómica como comercialmente.
Durante el encuentro se discutieron los desafíos que enfrentan regiones como Sonora o Sinaloa, donde ya no es posible sembrar maíz o trigo como antes debido a la escasez de agua y al aumento de las temperaturas. Pixley explicó que el CIMMYT, como parte de su Estrategia 2030, impulsa una línea específica sobre cultivos en zonas semiáridas, con el fin de ofrecer a los agricultores nuevas alternativas adaptadas a estas condiciones. Mijo, sorgo, garbanzo, caupí, ajonjolí, frijol guandú y cacahuate son algunos de los cultivos con mayor potencial, por su tolerancia al calor y su eficiencia en el uso del agua. “Hoy no trabajamos con cultivos individuales, sino con sistemas. Nuestra apuesta es hacia una agricultura más resiliente, diversa y sostenible”, señaló.
Desde el sector privado, la empresa PepsiCo compartió su visión sobre los nuevos desafíos productivos. “Oportunidades hay muchas, el reto es que no se queden aquí. Tenemos que empezar a hacerlas realidad. Hay que construir un ecosistema funcional para todos los actores, desde el campo hasta el consumidor”, destacó Rita León, quien subrayó la importancia de conectar innovación, rentabilidad y sostenibilidad.

Además del componente agronómico, se abordaron los retos para consolidar cadenas de valor funcionales. Se hizo énfasis en la necesidad de contar con semilla disponible, de avanzar en procesos de mejoramiento genético y de establecer o construir conexiones con el mercado que hagan rentables estos cultivos. “El frijol gandul –o guandú–, por ejemplo, es más tolerante a la sequía que un frijol convencional, y puede integrarse sin cambiar la cultura alimentaria del consumidor. Lo mismo ocurre con mezclas de harinas que permiten reducir el uso de maíz sin afectar, o incluso mejorando la calidad de una tortilla. Las opciones existen: debemos validarlas con el productor y con la industria”, explicó Pixley.
La metodología del taller permitió a los participantes analizar estos temas desde una perspectiva territorial. Se dividió el país en tres regiones —norte, centro-Bajío y sur— para identificar las especies más adecuadas y trazar líneas de trabajo diferenciadas. Para José Ulises, investigador del INIFAP, uno de los grandes retos es dejar atrás visiones reduccionistas: “Aquí ya no se valen las ganancias individuales. Tenemos que dar preferencia a las ganancias colectivas, si queremos realmente que esta humanidad siga firme”.
La participación de jóvenes también aportó perspectivas frescas. Daniel Cisneros, agricultor y estudiante de agronomía, compartió su experiencia personal con prácticas innovadoras: “Con nuevas prácticas logramos más calidad y rentabilidad. Hoy me llevo muchas ideas para seguir diversificando en mi comunidad”.
El evento dejó en claro que enfrentar el cambio climático exige una transformación de fondo en la forma de producir, comercializar y consumir, y que dicha transformación solo es posible si se construye colectivamente.

En ese sentido, la presencia del Gobierno de México, a través de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, fue clave. “Estamos viviendo una transformación en la política pública. Ahora toca construir puentes entre el productor, la ciencia y la industria”, afirmó Héctor Arronte, director general de Agregación de Valor y Comercialización de la SADER. El mensaje fue claro, no se trata de sustituir el cultivo de maíz, sino de diversificar para adaptarse y ampliar las oportunidades para el campo mexicano.
Además de la presencia de Arronte, estuvieron presentes Veronica Bunge, directora general de Cambio Climático en Zonas Prioritarias de la SADER; Gisela Osornio, Representante de la SADER en el Estado de México; representantes de la coordinación general de Producción Agrícola y Pecuaria, ICAMEX, FIRA y de la dirección general de Agricultura del Estado de México.
El CIMMYT, con su experiencia global y capacidades científicas, continuará con la promoción de este enfoque colaborativo para construir soluciones basadas en la ciencia, los datos, el diálogo y la acción. Como señaló Kevin Pixley al cierre del taller: “Debemos crear mercados que respondan a las necesidades de los agricultores frente al cambio climático, de la agroindustria, y de los consumidores que demandan mejor nutrición y una agricultura ecológicamente sostenible”. Y como bien advirtió el agricultor chiapaneco Candelario Molina: “Lo científicamente comprobado debe ser también campesinamente comprobado”. Solo así podremos avanzar hacia sistemas agroalimentarios que enfrenten los retos del presente y siembren futuro para las próximas generaciones.
Acerca de CIMMYT
CIMMYT es una organización internacional sin fines de lucro de vanguardia que se dedica a resolver hoy los problemas del mañana. Se le confía la tarea de fomentar la mejora de la cantidad, calidad y fiabilidad de los sistemas de producción y de los cereales básicos como el maíz, trigo, triticale, sorgo, mijo y los cultivos asociados a través de la ciencia agrícola aplicada, especialmente en el Sur Global, construyendo sólidas alianzas. Esta combinación mejora las trayectorias de vida y la resiliencia de millones de agricultores de escasos recursos, al tiempo que trabaja por un sistema agroalimentario más productivo, inclusivo y resiliente dentro de los límites planetarios.
CIMMYT es un centro de investigación de CGIAR, una alianza global de investigación para un futuro con seguridad alimentaria, dedicada a reducir la pobreza, mejorar la seguridad alimentaria y nutricional, y mejorar los recursos naturales.
Para obtener más información, visite https://www.cimmyt.org/es/
Acerca del Programa Dryland Crops
El Programa de Cultivos para Regiones Semiáridas (Dryland Crops Program, DCP) forma parte de la Estrategia 2030 de CIMMYT y busca transformar la agricultura en zonas semiáridas a través de ciencia, innovación y colaboración multiactor.
Se enfoca en cultivos clave para la nutrición, la resiliencia climática y el ingreso rural, como sorgo, mijo, cacahuate, frijol guandú y garbanzo, promoviendo sistemas agrícolas más sostenibles y adaptados al cambio climático.
El programa trabaja en conjunto con gobiernos, productores, científicos y empresas para identificar oportunidades, mejorar variedades, fortalecer sistemas de semilla y acelerar el acceso a tecnologías que generen impacto real para agricultores y consumidores.
Para obtener más información, visite https://www.cimmyt.org/work/dryland-crops/