
En un mundo que busca cada vez más vivir en armonía, la paz también se cultiva. Este 16 de mayo, Día Internacional de la Convivencia en Paz, queremos mirar hacia un terreno fértil para lograrlo: el campo. Porque hablar de agricultura sostenible no es solo hablar de alimentos; es hablar de comunidades fuertes, de oportunidades reales, de arraigo y de futuro.
En muchas zonas rurales de México, la falta de opciones, el desgaste del medioambiente y la desigualdad social han sido semillas de conflicto y migración. Pero cuando las comunidades apuestan por una agricultura que respeta la tierra, que aprovecha los saberes locales y que cuida el agua, el suelo y la biodiversidad, todo cambia. No solo mejora la cosecha, también florecen la confianza, la colaboración y la esperanza.
Desde hace tiempo, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) impulsa este camino a través de sus Hubs de innovación agrícola sostenible. En estos espacios se conectan campesinos, investigadoras, autoridades, empresas y organizaciones civiles para encontrar soluciones reales que respondan a las necesidades de cada territorio. Más que transmitir conocimientos, se trata de construir en conjunto: fortalecer capacidades locales, empoderar a las familias rurales y tejer redes de aprendizaje donde todas y todos tienen algo valioso que aportar.
En el sureste mexicano, por ejemplo, este modelo ha marcado una diferencia. En Quintana Roo, junto con el Gobierno del Estado y desde el Hub Península de Yucatán, se han impulsado prácticas que mejoran la seguridad alimentaria, hacen más productivo el campo y, sobre todo, cuidan los recursos naturales. Desde 2023, más de 4 140 hectáreas aplican prácticas sostenibles, se han instalado 124 sitios de innovación y más de 1 700 personas han sido capacitadas. Son pasos firmes hacia un campo más justo y resiliente.

En Oaxaca, el impacto también ha sido profundo. En alianza con la SEFADER, el proyecto para fortalecer el sistema agroalimentario ha impulsado una producción de maíz más sostenible y ha contribuido a mejorar la seguridad alimentaria del estado. Desde su puesta en marcha, más de 20 000 hectáreas y 10 000 personas han sido beneficiadas a través del programa de Autosuficiencia Alimentaria, y otras 10 000 más mediante el programa Abasto Seguro de Maíz. Todo esto ha sido posible gracias a una red de capacitación que ya ha alcanzado a cerca de 99 000 personas en más de 4 500 eventos realizados en todo el estado.
Pero los números solo cuentan una parte. En la región cañera de Oaxaca, un grupo de mujeres ha creado su propia metodología para cultivar maíz y caña de manera sostenible. A través de la unión, la capacitación y la innovación, no solo mejoran el ambiente y la producción, sino también generan ingresos y fortalecen la vida comunitaria.
Hay historias que conmueven: jóvenes que regresan a sus comunidades para trabajar la tierra, mujeres que encuentran en el campo un espacio para emprender y liderar, productores que acceden a nuevos mercados con prácticas responsables. Estas historias son prueba viva de que la agricultura también puede ser una herramienta de paz.
El modelo del Hub en México ha demostrado que, cuando se trabaja en conjunto, es posible fortalecer la resiliencia, asegurar alimentos para todos y reconstruir los lazos que nos unen. Porque la paz no se impone, se construye. Y en ese camino, el campo tiene mucho que decir. Sembrar con respeto, cosechar con justicia y compartir con solidaridad es, sin duda, cultivar una #AgriculturaParaLaPaz.