Un estudio que publicaron recientemente en Science un grupo de investigadores de la Universidad de Minnesota, CSIRO, la Universidad de Sydney, la Universidad de Queensland y del CIMMYT, revela que gracias a la investigación científica que se realizó de 1961 a 2009 para controlar la enfermedad del trigo conocida como roya del tallo o roya negra hubo un incremento en las cosechas de trigo a nivel mundial de 6.2 millones de toneladas anuales, que en términos monetarios equivale a 1.12 mil millones de dólares estadounidenses por año a precios de 2010.
Sin embargo, la aparición de Ug99, una raza virulenta de la roya del tallo que se detectó en Uganda en 1999, ha ocasionado un grave problema para los agricultores. Esta enfermedad es capaz de arruinar las plantas de trigo y otros cereales de grano pequeño, de causar estragos en el follaje, en el crecimiento de la raíz y en los rendimientos de grano. Después de años de mantener a raya este flagelo, Ug99 se ha propagado desde África hasta Irán y ahora el objetivo es identificar genes resistentes, introducirlos en las variedades adaptadas a las condiciones de los países afectados y ayudar a que los agricultores dispongan de productos terminados.
La inversión en mejoramiento para obtener resistencia a la roya del tallo ha disminuido en las últimas décadas, haciendo que el impacto potencial de Ug99 sea aun más pernicioso, ya que las variedades más populares son susceptibles a la enfermedad. Un artículo de Science, en su edición del 12 de abril de 2013, presenta los resultados de un estudio de evaluación sobre la roya del tallo a nivel global; en el artículo se formula la pregunta: ¿Se necesita una mayor inversión para hacer investigación de roya del tallo para evitar las pérdidas de rendimiento que causan las variantes que existen ahora o que pueden surgir en el futuro? Utilizando métodos nuevos para la evaluación de la probabilidad de riesgos, que incluye el modelo de adaptación al cambio climático y de datos sobre las pérdidas globales a largo plazo, los autores hicieron un estimado de la inversión que sería justificable desde el punto de vista económico en las estrategias de investigación e intervención para evitar pérdidas a causa de la roya del tallo en el futuro.
El estudio reveló que, si no se hubiera invertido en la investigación de la roya del tallo y se hubiera mantenido un control eficaz durante el periodo de 1961 a 2009, las pérdidas en la producción de trigo habrían alcanzado los 6.2 millones de toneladas anuales, o 13% del la cosecha total. Esto es equiparable a las pérdidas por 1.12 mil millones de dólares estadounidenses por año a los precios de 2010, o suficiente trigo para satisfacer casi la totalidad del déficit de calorías de la población con problemas de desnutrición en el África subsahariana. Aunque mucho menores que lo que se había previsto, las pérdidas son considerables por los efectos negativos de una sola enfermedad en un cultivo alimentario básico. Este nuevo estudio incluye un importante avance en la evaluación de riesgos a causa de la enfermedad ya que explica la variabilidad de las pérdidas de cultivos inducidas por enfermedades a través del tiempo del tiempo y del espacio.
La conclusión del estudio es que “a fin de mantener las tasas de crecimiento del rendimiento necesarias para satisfacer las demandas previstas, se necesitará un esfuerzo sostenido para desarrollar variedades de trigo con resistencia a las royas existentes. Esto requiere de una estrategia de inversión que respalde a los programas de investigación, que permita identificar y encontrar soluciones a la amenaza de la evolución constante de las royas.” Esta estrategia de inversión deberá producir la cantidad, económicamente justificable, de 51 millones de dólares estadounidenses al año, según los autores. Aunque esta cifra equivale al doble de la inversión que se ha hecho en las décadas pasadas, tales medidas son esenciales si queremos detener la propagación tanto de Ug99 como de otras razas de roya del tallo y mejorar la seguridad alimentaria de millones de consumidores de trigo en los países en desarrollo.”
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Para más información, póngase en contacto con Philip Pardey, Universidad de Minnesota