Jennifer Johnson
“En vista de que se espera que la población aumente cerca de un 33% para el 2050, la producción agrícola mundial tendrá que duplicarse para mantenerse al mismo ritmo que la demanda de granos —que se utilizan también como alimento animal—, ya que los habitantes del mundo en desarrollo, al aumentar sus ingresos, contarán con los suficientes recursos para incluir carne en su dieta”, advierte un artículo publicado en National Geographic el 3 de octubre. En el artículo “Here’s Why We Haven’t Quite Figured Out How to Feed Billions More People” (He aquí el por qué no hemos averiguado cómo alimentar a miles de millones más de personas), de Dennis Dilmick, se aborda la creciente necesidad de invertir en investigación agrícola y al mismo tiempo se lamenta la ausencia de financiamiento del sector público y la falta de interés en dicha actividad en los últimos años.
Dilmick elogia al CIMMYT y a Norman Borlaug por su labor, que salvó a millones de personas de la hambruna durante la Revolución Verde, y opina que hoy en día se necesitan acciones similares en un mundo de aumento constante al precio de los alimentos e incertidumbre por los efectos que producirá el cambio climático en el futuro. Los avances biotecnológicos pueden ayudar a mantenerse a la par con la demanda, pero deberán combinarse con el suministro de información apropiada y que sea de utilidad para los agricultores del mundo en desarrollo, que los ayude a mejorar el rendimiento de sus cultivos y sus condiciones de vida. Sin embargo, esto no se puede lograr sin una mayor inversión en el financiamiento del sector público destinado a la investigación agrícola.
El autor sostiene que se necesita una Revolución Verde, pero que se base más en cambios pequeños y paulatinos que generen enormes beneficios para los agricultores de los países en desarrollo; cita como ejemplo las prácticas mejoradas de manejo postcosecha, el uso de nuevas tecnológicas móviles para difundir información y mejores caminos y mercados, en lugar de los avances que caracterizaron la revolución original. Sin embargo, hay un elemento de la revolución original que debe conservarse: “Cuando Norman Borlaug trabajó en el desarrollo de las variedades de trigo de ‘la Revolución Verde’, más rendidoras, hace más de 50 años, lo hizo impulsado por un sentido de urgencia. Todos saldríamos beneficiados si adoptados su sentido de urgencia y hacemos que la investigación agrícola sea de nuevo una prioridad”.
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