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Mi trabajo tiene que ver con cuestiones de género de muchas maneras

IMG_1965Emma Gaalaas Mullaney es una científica que hace investigación sobre género y agricultura. Funge desde 2010 como la representante de los jóvenes en la Convención de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica y la Comisión sobre el Estatus de la Mujer.

¿Cuál es su campo de investigación?

Por ahora estoy haciendo un doble doctorado, en geografía y en estudios sobre la mujer, en la Universidad Estatal de Pensilvania. Mi tesis trata de la etnografía de la producción de maíz en la región de valles altos, al oriente de la zona centro de México. Viví allá poco más de un año y durante ese tiempo hice estudios sobre la vida de los habitantes de la región, e historias orales con pequeños productores comerciales de maíz del valle de Amecameca y con técnicos de extensión y científicos que trabajan en las cercanías de Texcoco.

¿Qué tiene que ver el género en su trabajo de investigación?

Mi trabajo tiene que ver con cuestiones de género de muchas maneras. Por ejemplo, trabajo muy de cerca con familias campesinas y analizo la forma en que se asignan las tareas según el género, al igual que la toma de decisiones respecto a la producción de cultivos. Dirigí el proceso de las historias y la observación participativa con los miembros de ciertas familias, tanto hombres como mujeres, que intervienen en los diferentes aspectos de la siembra de maíz, su uso y comercialización. Trabajé también con agentes de extensión y científicos —hombres y mujeres— en la evaluación de aspectos comunes y diferencias en su experiencia y prácticas de trabajo. Me interesa saber de qué manera el género interactúa con otras formas de manifestar las diferencias sociales que son determinantes en nuestro trabajo y en nuestra vida cotidiana.

¿Qué le motivó a hacer este trabajo?

Crecí en la zona rural del medio oeste de los Estados Unidos, y mi familia extendida ha sembrado maíz y soya en la parte sur-centro de Winsconsin por generaciones. Las experiencias que viví con quienes trabajan en el campo despertaron este profundo interés en mí. He descubierto que si se pone atención a lo que está ocurriendo con los productores de alimentos, o con los agricultores que ya no los producen para consumo humano —como los productores de maíz en los Estados Unidos— uno puede obtener datos importantes y comprender mejor los puntos fuertes y los puntos débiles de nuestra sociedad. En el transcurso de los años, a medida que mi interés en la agricultura y en la justicia social me ha llevado por diferentes espacios de educación formal, negociaciones políticas y debates académicos, con frecuencia, gran parte de mi inspiración y de los conocimientos que he adquirido proviene de los campos, las cocinas y los mercados públicos. A fin de cuentas, mi trabajo como investigadora es guiado por y depende de lo que esté ocurriendo en las explotaciones agrícolas.

Cuando estaba preparando sus historias orales, ¿surgieron ciertos temas o fueron los mismos?

Las historias orales nos ofrecen pormenores valiosos de la vida de los diferentes actores, al igual que de los problemas que tienen que sortear en sus rutinas de trabajo día con día. Dado que las historias como éstas son bastante claras, cada uno de los agricultores, agentes de extensión y científicos con quienes he tenido la oportunidad de hablar, es un experto en su campo. Además, todos ellos tienen muchísimo ingenio y son muy innovadores en lo que hacen, aunque este tipo de creatividad no necesariamente es retribuido por las instituciones para las que trabajan. Las historias orales destacan también las divisiones por razones de género en la mano de obra entre los trabajadores del campo. Aunque tanto hombres como mujeres tenían puestos importantes, fuera como productores y distribuidores de maíz, como directores de equipos de extensión, o como jefes de departamentos de investigación, las mujeres eran las que de manera constante afrontaban los mayores riesgos y más incertidumbre en su trabajo. En cada uno de los casos con los que me topé, eran las mujeres quienes principalmente tenían la responsabilidad de administrar el hogar y de tomar decisiones adicionales a las de su empleo oficial (cuidado de los niños, pagar las cuentas, etc.); esto las pone en una situación de mucho más presión y menos predecible que a los hombres. También es muy probable que las ideas innovadoras y las contribuciones de las mujeres sean, en muchos casos, descartadas por sus colegas. Muchas mujeres dijeron sentirse, la mayoría de las veces, como un intruso en su propio ámbito laboral.

Cuando estaba reuniendo datos para sus historias, ¿hay algo que le haya causado sorpresa?

No esperaba encontrar diferencias tan marcadas en el grado de autoridad y control que las mujeres tenían sobre su propio trabajo entre las familias, en comparación con las mujeres que son agentes de extensión o científicas. Pese a que los estrictos roles de género son quizá más obvios en las comunidades rurales del valle de Amecameca, donde los hombres son los que siembran, cosechan y hacen otros trabajos de campo, y las mujeres se encargan de preparar la comida, seleccionar semilla y vender el maíz en el mercado público, es incuestionable que las mujeres de estas comunidades son expertas en lo que hacen, y esto les otorga mucho espacio para resolver problemas de manera creativa y elegir opciones de manera más segura, sin riesgo, en beneficios de su propia familia y de la economía local que depende del maíz. En cambio, las mujeres que son técnicos agrícolas, ingenieras y científicas se encuentran en un ambiente donde la igualdad de género es una prioridad categórica, pero donde el trabajador normal en un puesto similar históricamente es, y ha sido, un hombre. Estas mujeres se describieron a sí mismas como en una competencia por lograr reconocimiento en un ambiente que con frecuencia menosprecia sus ideas y capacidades a nivel individual.

¿Cree que hay interpretaciones erróneas acerca del trabajo que usted ha elegido hacer?

Bueno, a juzgar por la respuesta que siempre tengo por mi formación académica, mucha gente supone erróneamente que, como provengo de un Departamento de Estudios sobre la Mujer, para comenzar a trabajar debo dirigirme a las mujeres. De hecho, empiezo mi trabajo preguntando cómo funcionan los sistemas de producción agrícola y quiénes están dentro y quiénes están excluidos de ellos. El género es una fuerza que da forma a las prácticas agronómicas y ofrece oportunidades tanto a hombres como a mujeres en el mundo; por tanto, es necesario que yo esté bien capacitada en análisis de género, para hacer las preguntas que hago. El género, la interacción con otras formas de diferencias sociales, dicta quién hace determinado tipo de trabajo, si el trabajo es reconocido o valorado, quién tiene acceso a recursos como tierra y crédito, y quién puede hablar con autoridad de un asunto dado. Entender la función del género es, por ende, esencial para entender qué está ocurriendo en la agricultura y cómo se pueden mejorar los procesos. Esto es cierto incluso, y quizá de manera especial, cuando hablo con la gente en un maizal o en una oficina o en un laboratorio, donde la audiencia es únicamente masculina.

En términos generales, ¿cuáles son las conclusiones a que ha llegado con su trabajo?

En virtud de que estoy en la parte de analizar los datos de mi trabajo de tesis, no tengo todavía ñas conclusiones finales sobre la producción de maíz en la zona que elegí para mi trabajo, y esto incluye las repercusiones que tendrá mi estudios en el desarrollo y conservación de la biodiversidad. Al mismo tiempo, hay temas que han surgido en el transcurso de mi trabajo de campo y que están dentro del contexto de mi investigación interdisciplinaria. Por mucho, los de mayor envergadura son la interdependencia de la innovación y la diversidad, y la importancia de ambas en la producción agrícola. La diversidad, en lo referente al germoplasma de maíz, las estrategias de producción y los sistemas económicos, tiene la función de un recurso para y un producto de innovación en la producción agrícola, y constituye asimismo una fuente primaria de estabilidad para las familias campesinas de bajos recursos en el valle de Amecameca. Una serie de distintas perspectivas, especializaciones y experiencias de vida, es también una fuente clara de creatividad e innovación entre los agentes de extensión y los investigadores del sector agrario. En mi trabajo destaco que los ambientes de trabajo más sólidos y productivos son aquellos que promueven estas formas de diversificación.

¿Qué descubrió acerca del género y la agricultura en México?

Las lecciones más importantes para mí en torno al género y la agricultura, después de más de un año de trabajo en el campo en la zona de valles altos de México, no son, en su gran mayoría, cosas nuevas. Décadas y décadas de investigación extensiva han demostrado que el género no es meramente un factor social entre otros muchos, un factor que puede que sea, o puede que no, sea pertinente en determinada situación. Más bien, el género es una institución social dominante que con seguridad tendrá un papel importante a la hora de definir los resultados de la investigación agrícola, incluso si este proceso adopta diferentes formas en diferentes países. El hecho de que en México, y en otros países en el mundo, incluidos los Estados Unidos, exista actualmente un alto grado de desigualdad de género tiene consecuencias devastadoras para aquellos cuyo trabajo es o ignorado o menospreciado, y para la producción agrícola en general. Quizá la nueva lección a partir de mi investigación es que estos patrones tan antiguos de desigualdad aún persisten hoy en día.

¿Qué cambios (de políticas, de investigación, etc.) cree que ayudarían a las mujeres y las familias en México?

Debe haber responsabilidad pública en materia de desigualdad y violencia de género. Los diferente tipos de injusticia en cuestión de género que ocurren en México hoy en día no son equivalentes, pero la invisibilidad de las mujeres que trabajan el campo, la discriminación de género en el ámbito laboral y los feminicidios, son todos producto de una sociedad que de manera sistemática devalúa el trabajo y la vida de las mujeres. No es un problema que provoquen personas al actuar por sí solas, ni uno que se pueda resolver a nivel individual; es por culpa de las políticas públicas que la desigualdad entre géneros sigue aumentando a pesar de la re-estructuración económica y el cambio climático a nivel mundial. Un punto de partida importante, que es también parte importante de toda solución en marcha, sería que los investigadores y los formuladores de políticas por igual escucharan con atención al gran número de mujeres que ha están en la lucha por el cambio.

Por último, me gustaría expresar mi sincero agradecimiento a todos los que han trabajado conmigo en mi investigación. Estoy agradecida con todos los agricultores, agentes de extensión e investigadores que muy amablemente me permitieron entrevistarlos y entrar en sus vidas. Ellos hacen un trabajo muy importante e inspirador, y espero seguir manteniendo contacto con ellos en el futuro, cuando tenga que hacer otros trabajos de investigación.