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Los desastres climáticos están más cerca. ¿Por qué nos olvidamos de los agricultores?

Ya es hora de dedicar la atención requerida a nuestros sistemas alimentarios y agrícolas mundiales, pues son vitales para nuestra supervivencia.

A maize field is inundated by a flash flood in southern Bangladesh. Photo: M. Yusuf Ali/CIMMYT
Un maizal afectado por una inundación repentina en el sur de Bangladesh. Foto: M. Yusuf Ali/CIMMYT

¿Alguna vez ha pensado en el cambio climático mientras toma café por la mañana?

Probablemente no, pero quizá ya sea hora de que lo haga.

Las tormentas tropicales que recientemente azotaron Estados Unidos y el Caribe rápidamente y en brutal sucesión han traído los impactos del cambio climático más cerca de casa para muchos de nosotros en el mundo desarrollado. El huracán María devastó Puerto Rico al destruir cerca del 80% del valor de los cultivos del país. El café, uno de los principales productos de exportación de ese país, se redujo a nada. El café constituye una gran industria, un medio de vida para los productores y un componente típico del desayuno que la gente toma sin pensar.

Tormentas como María, que parecen ser causadas por el cambio climático, son un ejemplo del tipo de eventos meteorológicos extremos que el mundo tendrá que enfrentar en el futuro. Esos eventos no solo devastarán las casas y destruirán la infraestructura del país, sino que también tendrán graves efectos a largo plazo en el suministro mundial de alimentos.

Durante décadas, muchos lugares del mundo en desarrollo han estado experimentando el embate de los impactos del cambio climático. Dado que sus frágiles sistemas alimentarios están a merced de un clima cada vez más errático, esos lugares podrían perder mucho más que quienes tenemos suficiente resiliencia para recuperarnos. Como tienen menos opciones para recuperarse, necesitan ayuda urgentemente.

En África oriental y austral, por ejemplo, varias temporadas de sequía consecutivas han arruinado las cosechas y el ganado, lo cual ha provocado que el precio de los alimentos y los niveles de hambre aumenten. Los brotes de plagas como el gusano cogollero causados por el clima en África subsahariana podrían ocasionar pérdidas de hasta 3000 millones de dólares de cultivos de maíz, y costar cientos de millones más.

Los pronósticos indican que de 150 a 2000 millones de personas están emigrando para escapar de los conflictos, la pobreza, el hambre y los eventos meteorológicos extremos. Y, lo que es peor, la producción de alimentos continúa emitiendo gases de invernadero, contribuyendo así al cambio del clima en general y perpetuando este círculo vicioso.

Los líderes mundiales seguramente previeron esto.

El Acuerdo de París en 2015 reconoció que la agricultura es un sector donde es necesario tomar acción para proteger los alimentos y los cultivos de los peores impactos del clima. La gran mayoría de los países han formulado ambiciosos planes dirigidos a atender estos problemas. Sin embargo, después de dos años, el precio de no tomar acción está aumentando y ahora está llegando a cientos de millones de dólares.

Solo si se pone en práctica un plan de acción climática en la agricultura podremos lograr que nuestro sistema alimentario mundial subsista. La conferencia sobre cambio climático que se celebrará en Bonn —y a la que varios gobernadores estadounidenses asistirán en vez de la administración del presidente Trump— será el momento ideal para promover un plan de acción. Soluciones existen —agricultores, gobiernos, científicos y el sector privado las ponen en práctica en todo el mundo, todos los días.

Soybeans damaged by a flash flood. Photo: Shah-Al-Emran/CIMMYT
Cultivo de soya dañado por una inundación repentina. Foto: Shah-Al-Emran/CIMMYT

Cultivos a prueba del clima
En Zimbabwe, donde los agricultores depositan su fe en las buenas lluvias, las sequías son una constante amenaza para sus cultivos y sus medios de vida. El hambre afecta sobre todo a los agricultores más pobres. Por eso, las variedades de maíz tolerantes a la sequía son su salvación. Los agricultores que sembraron variedades tolerantes a la sequía han aumentado sustancialmente su producción y sus ingresos; los investigadores estiman que esto equivale a más de nueve meses de alimentos sin costo adicional. Los científicos están generando también variedades que toleran altas temperaturas, y la semilla de estas variedades de maíz tienen cada vez más demanda por parte de los agricultores.

Combate a las plagas
El clima cambiante crea condiciones favorables para nuevas plagas y enfermedades. El gusano cogollero, que ahora afecta a más de 30 países africanos, destruye los cultivos alimentarios básicos y pone en riesgo la seguridad alimentaria y nutricional de millones de personas. Recientemente, un grupo comenzó a dar una respuesta de emergencia a esta inminente amenaza, basada en décadas de experiencia en el manejo de plagas y enfermedades. La estrategia se centra en las necesidades de los pequeños productores que no suelen contar con recursos para comprar costosos insecticidas químicos. Las posibles respuestas incluyen plaguicidas de bajo costo y más seguros para el medio ambiente, prácticas sencillas y eficaces como el cultivo intercalado de maíz y frijoles, control biológico (en el que se utilizan otros organismos o plantas que destruyen la plaga) y mejorar la resistencia de los cultivos vulnerables. Mejorar el monitoreo y vigilancia ayudará a los países a iniciar estas respuestas con bastante anticipación.

Seguros para recuperarse de desastres

Hasta los cultivos tolerantes a sequía y resistentes a plagas y el ganado son vulnerables a las sequías prolongadas, lluvias erráticas y eventos meteorológicos extremos. Se están creando nuevos seguros para los pequeños productores que los ayudarán a recuperar sus pérdidas e incluso los animarán a invertir en innovaciones resilientes al clima. En Bihar, el estado de la India más propenso a las inundaciones, se estableció un nuevo esquema de seguros basado en datos satelitales que podría indemnizar hasta el 60% de los agricultores que han adquirido una póliza, lo cual crea la posibilidad de recuperar los medios de vida que pierden durante la temporada de monzones.

Fall Armyworm on maize in Nigeria. Photo: G. Goergen/IITA.
Un gusano comiendo maíz en Nigeria. Foto: G. Goergen/IITA

Mantener la seguridad alimentaria y, al mismo tiempo, reducir las emisiones
Es imprescindible reducir las contribuciones de la agricultura a las emisiones globales de gases de invernadero si queremos lograr el objetivo global de mantener 1.5 grados centígrados como límite para el calentamiento global establecido en el Acuerdo de París sobre el cambio climático. Pero uno de los escollos en las negociaciones de las Naciones Unidas sobre el clima en la agricultura es que algunos países temen que las acciones de mitigación pondrán en riesgo la producción de alimentos. Sin embargo, los resultados de una investigación realizada por el CGIAR y sus colaboradores indican que es posible lograr una solución intermedia en la que los agricultores adoptan prácticas que mejoran la productividad y la resiliencia y, al mismo tiempo, reducen las emisiones. En Vietnam y las Filipinas, los agricultores, al sembrar arroz, están utilizando prácticas que ahorran agua y también reducen las nocivas emisiones de metano en alrededor del 50%. Es una solución sencilla para los agricultores y para el planeta.

Ya es hora de dedicar la atención requerida a nuestros sistemas alimentarios y agrícolas mundiales, pues son vitales para nuestra supervivencia. No debería ser necesario que estos desastres ocurran en nuestros países (o que exista la amenaza de que se interrumpa nuestro suministro de café) para que nuestros líderes emprendan acciones.

Los avances que con tanto trabajo hemos logrado en la seguridad alimentaria ya están en retroceso, y los agricultores serán los primeros afectados por el cambio climático en el futuro. Los diálogos sobre el clima de las Naciones Unidas ofrecen la oportunidad de que las políticas y el financiamiento globales se pongan al día y cubran las necesidades ya expresadas por los países. Si esto no se hace, sería catastrófico para los agricultores y para nuestro futuro colectivo.

Elwyn Grainger-Jones es el director ejecutivo de la Organización del Sistema CGIAR y Martin Kropff es el director general del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Lea aquí el artículo original publicado por Reuters.

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