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La “primera dama de trigo” viene a México y rinde un homenaje a su papá, el Dr. Norman Borlaug

El Dr. Norman Borlaug estaba tan dedicado a su trabajo que pasaba fuera de casa el 80% de su tiempo, viajando o en el campo, recuerda su hija, Jeannie Borlaug Laube.

Foto: Alfredo Sáenz/CIMMYT
Foto: Alfredo Sáenz/CIMMYT

El Dr. Norman Borlaug estaba tan dedicado a su trabajo que pasaba fuera de casa el 80% de su tiempo, viajando o en el campo, recuerda su hija, Jeannie Borlaug Laube.

El Dr. Borlaug, que falleció en 2009, a los 95 años, encabezó iniciativas para generar variedades de trigo semienanas rendidoras y resistentes a enfermedades a mediados del siglo 20, las cuales ayudaron a salvar de la hambruna a más de mil millones de personas en Pakistán, India y otras regiones del mundo en desarrollo.

Mejoradores de trigo, científicos y miembros de la comunidad internacional dedicada a la seguridad alimentaria celebraron el onomástico de Borlaug durante una reunión de una semana organizada por el CIMMYT en los vastos trigales del Valle del Yaqui, una localidad cercana a Ciudad Obregón, Sonora.

Cada año, la Semana de Visitantes ofrece una oportunidad de dialogar, intercambiar ideas y recordar el legado del Dr. Borlaug.

Borlaug, quien habría cumplido 101 años, empezó a trabajar en mejoramiento de trigo a mediados de los cuarenta en el lugar donde ahora se encuentra la sede del CIMMYT, cerca de la Ciudad de México.

Obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1970 por su investigación de trigo, mucha de la cual hizo bajo el clima caluroso y árido de Ciudad Obregón, que es similar a las condiciones de muchos de los países en desarrollo donde trabaja el CIMMYT.

Este año, su hija, que es co-presidenta de la Iniciativa Global Borlaug de Combate a la Roya, una colaboración internacional destinada a combatir las royas del tallo y de la hoja, habló de las mujeres en la agricultura durante el evento. Jeanie Borlaug instituyó el Premio Jeanie Borlaug Laube Women in Triticum, con el que se reconoce el trabajo de mentores que trabajan con Triticum (grano de cereales) y sus parientes cercanos.

En la siguiente entrevista comparte sus puntos de vista.

¿Cuál es su participación en la agricultura actualmente?
Oficialmente, no trabajo en la agricultura. Soy profesora de español; impartí clases por 40 años en preparatorias hasta que me jubilé, hace tres años. En los últimos 25 años de mi carrera establecí y dirigí un programa de servicio comunitario en dos escuelas de Dallas; al año había 750 niños que hacían servicio comunitario. Todavía daba una clase de español pero mi principal función era como directora de servicios comunitarios. No he tenido mucha participación directa en la agricultura. Indirectamente, la he tenido por ser la hija de Norman Borlaug, pero no crecí en una finca, nunca viví en el campo, no estudié agricultura ni ciencias.

¿De qué manera interactúa con la comunidad de investigadores de trigo?
Soy co-presidenta de la Iniciativa Global Borlaug de Combate a la Roya; una vez al año voy a las conferencias en que se reúnen todos los investigadores de trigo. Voy a todas la conferencias, escucho y trato de aprender y dar seguimiento a lo que está ocurriendo con las royas y los diferentes problemas relacionados con el trigo. Participo en asuntos del Programa Women in Triticum. Las visito y me pongo al día sobre sus actividades, ya que son ellas las que trabajan en el campo y aprenden a ser científicas y siguen adelante con su carrera. Esta es mi participación en la investigación de trigo.

¿Qué opina de las mujeres en la agricultura?
Estuve en Pakistán el año pasado y el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos organizó una reunión con mujeres, todas científicas que hacían trabajo de doctorado o que ya tenían uno en ciencias agrícolas.

Las conversaciones que tuvimos con ellas fueron muy interesantes respecto a las dificultades que tienen en este campo y sus ventajas y desventajas. Fue interesante escuchar diferentes aspectos de su sentir. La preparación académica no era algo difícil para ellas, pero la realidad de sostener una familia y trabajar fuera de casa, atender al esposo o a los hijos al mismo tiempo, les acarreaba problemas.

No importa a cuál profesión nos dediquemos las mujeres, enfrentamos muchos retos porque tenemos que hacer muchas cosas a la vez. No importa si eres contadora, genetista o maestra, o madre que quiere atender también a su familia, creo que esto es un problema para muchas mujeres.

¿Qué le impresiona de las mujeres en la agricultura?
Me impresionan las mujeres científicas que colaboran en las conferencias de trigo, que trabajan en el campo y están al pendiente de su familia, desde donde estén, o incluso antes de casarse, o que tienen niños, por su afán de ayudar a alimentar al mundo.

¿Qué opina de la seguridad alimentaria?
No creo que la población en general tenga idea de lo que está ocurriendo con la agricultura. Como mi papá decía: Todo el mundo cree que los alimentos se consiguen en el supermercado, que es de ahí de donde salen. Una persona promedio no tiene idea de dónde provienen.

¿Qué ha cambiado desde la época de su papá?
Me imagino que él encontró los mismos problemas. Creo que sería muy interesante ver su reacción si aún estuviera aquí. Se volvería loco con toda esta controversia de los alimentos libres de gluten y las plantas modificadas genéticamente. Él era muy comprometido. Su misión era alimentar al mundo.

Creo que la misión sigue siendo la misma. Probablemente ahora es un poco más difícil porque hay más libertad de expresión y por la falta de información que necesitamos.

Mi papá hacía transferencia de genes y los científicos siguen haciéndolo; tienen que hacerlo porque necesitan encontrar plantas que puedan crecer con menos fertilizante, menos agua y que aporten más proteína. Lo que es sorprendente para mí es pensar que ahora trabajan con computadoras y mi papá lo hizo de memoria y con sus libros de campo.

Salía de casa a las cinco de la mañana y regresaba a las ocho de la noche. Cuando venía a casa pasaba fuera 80% del tiempo. Cuando echó a andar el programa de mejoramiento alternado vino aquí, a Sonora. Eso fue en los años cuarenta —al principio tenía que atravesar Arizona porque no había carreteras. Se quedaba en Sonora tres meses, regresaba a casa, después iba a Toluca y América del Sur; posteriormente empezó a viajar a la India y a Pakistán. En años posteriores estuvo viajando a África y casi no lo veíamos.

Usted, ¿dónde creció?

En la Ciudad de México. Mi hermano nació en México y yo vine cuando tenía un año y dos meses. Viví aquí hasta que fui a la universidad. Estudié aquí, en México.

¿Su papá alentó a las mujeres para que incursionaran en la ciencia y en la agricultura?
Sí. En sus tiempos no había muchas mujeres en la agricultura o en las ciencia. Creo que le habría dado mucho gusto ver el cambio que está produciéndose con las mujeres en esta actividad.

¿Qué le parece la celebración del cumpleaños de su papá en Obregón?
Es un evento muy bien organizado. Cuando mi papá supo que iba a morir, me pidió que trajera sus cenizas a México. Cumplí su deseo. Los dos últimos años que vino, antes de fallecer, lo hizo en un avión privado porque no podía viajar. Le era muy difícil trasladarse, pero recuerdo su cara a medida que nos acercábamos a Obregón. Se veía aliviado. Amaba este lugar. Le gustaba ver los trigales; le parecían mágicos. Tener que regresar a casa le causaba un poco de pesar, porque quería mucho a los agricultores, y ellos a él.