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La agricultura puede ayudar al mundo a reducir las emisiones que causan el cambio climático

La solución que se propone hoy en día es la agricultura climáticamente inteligente (CSA), que consta de tres componentes: adaptación, mitigación y aumento de la productividad.

Ahora que los líderes del mundo se reúnen en París, esta semana, para llegar a un acuerdo que logre reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, nosotros, en el campo de la agricultura, podemos hacer una enorme contribución generando estimados precisos de los posibles efectos del cambio climático en la seguridad alimentaria y evaluaciones realistas de las opciones existentes para reducir la contribución de la agricultura a las emisiones de gases de efecto invernadero.

Según estimados, la agricultura será responsable de alrededor de la quinta parte de las emisiones de gases de invernadero, y esta proporción está creciendo muy rápidamente en muchos países en desarrollo; quizá incluso aumente a medida que los combustibles fósiles escaseen y ya no se usen en otros sectores.

La solución que se propone hoy en día es la agricultura climáticamente inteligente (CSA), que consta de tres componentes: adaptación, mitigación y aumento de la productividad. La adaptación es fundamental para lidiar con los impactos que no se pueden evitar, y mantener y aumentar la oferta mundial de alimentos pese a los limitados recursos; se puede aminorar la mitigación pero no se pueden evitar los cambios del clima en el futuro.

Aunque la CSA se ha propuesto como la respuesta a los retos que plantea el cambio climático, algunas personas argumentan que se trata solo de un conjunto de las mejores prácticas agrícolas. En realidad, esta es la esencia de la práctica.

Además de hacer que la agricultura sea más eficaz y resiliente, el propósito general sigue siendo aumentar la productividad y la rentabilidad del campo de manera sustentable para los agricultores. Esta es la razón de que en los últimos años hayamos empezado a hablar de los tres beneficios de la CSA: mayor seguridad alimentaria, adaptación y mitigación. Sin embargo, aquellos que creen que la CSA es una mPLL Diagramera práctica mejorada ignoran el valor de considerarla como una opción para contrarrestar los efectos del cambio climático y orientar la investigación de manera que responda a los retos que se presentarán en el futuro.

Para comenzar, la simulación y modelado del comportamiento de los cultivos combinada con la experimentación, tiene un importante rol en la formulación de las estrategias de la CSA.

En la publicación titulada Adapting maize production to climate change in sub-Saharan Africa, varios científicos del CIMMYT llegaron a la conclusión de que es probable que la temperatura en África subsahariana aumente 2.1°C para 2050, según 19 proyectos del cambio climático. Se pronostica que esto generará un enorme impacto para los agricultores en muchas zonas. Dado que lleva mucho tiempo formular y luego implementar estrategias de adaptación a gran escala, los autores advierten que no podemos aplazar nuestro trabajo.

Esto explica por qué el CIMMYT está tomando la iniciativa en esta área y está buscando apoyo para establecer plataformas de mejoramiento avanzado internacionales para salvar las dificultad de generar trigo tolerante a la sequía, o trayendo grandes cantidades de maíz tolerante al calor y a la sequía para los agricultores a través de colaboradores del sector privado en África y Asia.

Nuestro profundo conocimiento de las causas y los impactos del cambio climático nos lleva a hacer importantes preguntas respecto a la investigación. Por ejemplo, ¿cómo pueden los agricultores adoptar las prácticas que reducen la huella de los gases de invernadero emitidos por la agricultura y al mismo tiempo mejorar sus rendimientos y la resiliencia?

Colegas del CIMMYT han propuesto la idea de que la práctica de la agricultura sin labranza (en la que no hay movimiento del suelo y permite que la materia orgánica se acumule) contribuye de manera significativa al secuestro de carbono. Creo que es importante que nosotros, como científicos, exploremos la verdad y seamos realistas e identificar dónde se encuentran las oportunidades de la agricultura, pese a nuestro deseo de ofrecer grandes soluciones. Es también importante actuar en las áreas en que podemos lograr el mayor impacto, por ejemplo, mejorando la eficiencia del uso de fertilizante nitrogenado.

Las emisiones de óxido de nitrógeno de la agricultura tienen un potencial en el cambio climático de casi 300 veces más que las del dióxido de carbono, y constituyen el 7% del total de las emisiones de gases de invernadero de China. Con un mejor manejo de los nutrientes, los gases de invernadero emitidos por la agricultura se podrían reducir en un equivalente a 325 millones de toneladas de dióxido de carbono en 2030. En general, las medidas de eficiencia podrían reducir en 30% el total de las emisiones de la agricultura.

Algunas prácticas, como la nivelación del terreno con láser, caen en la categoría tanto de la adaptación como de la mitigación. Preparar la tierra de esta manera aumenta los rendimientos y reduce los costos de riego, la cantidad de agua utilizada, los nutrientes que se filtran en el suelo y las emisiones de las bombas de riego que funcionan con diésel.

Hallazgos como este ofrecen una verdadera esperanza de reducir la severidad del cambio climático en el futuro y nos ayudan a sustentar una mayor inversión en las áreas críticas de la investigación agrícola.

Para la agricultura climáticamente inteligente, el reto de alimentar a más personas y reducir las emisiones y el impacto en el medioambiente no es una contradicción sino una sinergia. Estamos mejorando nuestra capacidad de predecir los retos del cambio climático, y probando que es posible reducir en gran medida las emisiones de la agricultura y contribuir a las metas globales en materia de emisiones.

Para hacer frente a retos como los del cambio climático, necesitamos ciencia multidisciplinaria de alta calidad combinada con métodos para atender los problemas al nivel complejo de los sistemas. Dado que participé en los primeros estudios a gran escala como el Modelado del impacto del cambio climático en la producción de arroz en Asia (CABI/IRRI, 1993), me da mucho gusto ver que se ha avanzado mucho en esta área y me da gusto saber que nuestra investigación está contribuyendo a crear una mayor conciencia sobre este vital asunto.