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Estudios confirman el valor de la biofortificación

 

Foto: Archivos del CIMMYT
Foto: Archivos del CIMMYT

Un estudio publicado a principios de este mes en Journal of Nutrition revela que, comparado con el maíz normal, el maíz biofortificado satisface los requerimientos de zinc y constituye una buena opción para alimentar a los niños de las áreas vulnerables en las zonas rurales de Zambia.

“Estos resultados se suman a las numerosas pruebas que respaldan las actividades de HarvestPlus, una iniciativa global del CGIAR destinada a erradicar el hambre oculta y a la cual el CIMMYT contribuye mejorando maíz y trigo con alto contenido de vitamina A, zinc y hierro”, dice Natalia Palacios, especialista en calidad nutricional de maíz del CIMMYT y coautora del estudio. “El maíz es un producto alimentario básico para 900 millones de personas que subsisten con menos de 2 dólares al día, pero una dieta rica en maíz no siempre aporta los nutrientes que el cuerpo necesita”.

El zinc tiene funciones importantes en la salud humana y a su deficiencia se le atribuyen retrasos del crecimiento en la niñez y un sistema inmunológico endeble que hace que quienes padecen desnutrición sean más susceptibles a infecciones comunes. Más del 17% de la población mundial está propensa a padecer deficiencia de zinc.

El estudio reveló que cuando se alimentó a niños de Zambia con maíz biofortificado que proporcionó el CIMMYT, su ingesta de zinc fue más que suficiente para sus cubrir sus necesidades alimentarias.

El mayor contenido de zinc (34 μg zinc por gramo versus 21 μg) indica que el maíz biofortificado superó por mucho la dieta de control y que la absorción del zinc de granos de maíz biofortificado es más eficiente que la de la harina enriquecida con zinc.

Estos resultados se asocian con otro estudio en Zambia cuyos datos mostraron que el maíz naranja ayuda a reducir la deficiencia de vitamina A en niños pequeños, un trastorno que causa ceguera a 500,000 cada año a nivel mundial. HarvestPlus ha proporcionado maíz naranja a 10,000 familias campesinas en Zambia, gracias a que el gobierno de ese país reconoció el valor de la biofortificación en su Plan Nacional Estratégico de Alimentación y Nutrición.