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Estudio de CCAFS revela que la cero labranza tiene poco potencial para mitigar los efectos del cambio climático

Clare Stirling

Contraste entre maíz sembrado en rotación con trigo, cero labranza, al ras y sin retirar el rastrojo (izq.) y maíz como monocultivo, con labranza convencional y remoción de residuos (derecha), en el lote D5 del ensayo permanente de agricultura de conservación en El Batán, México. Foto: Archivos del CIMMYHT
Contraste entre maíz sembrado en rotación con trigo, cero labranza, al ras y sin retirar el rastrojo (izq.) y maíz como monocultivo, con labranza convencional y remoción de residuos (derecha), en el lote D5 del ensayo permanente de agricultura de conservación en El Batán, México.
Foto: Archivos del CIMMYT

Recientemente se publicó en Nature Climate Change un estudio patrocinado por el Programa Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS), en el que participaron tres empleados del CIMMYT y un grupo de científicos internacionales. La conclusión de los autores de Limited Potential of No-Till Agriculture for Climate Change Mitigation (El escaso potencial de la agricultura con cero labranza para mitigar los efectos del cambio climático) es que quizá se ha sobrevalorado el papel de ela agricultura con cero labranza para retrasar el cambio climático.

La labranza cero y la labranza reducida son prácticas que requieren poco movimiento del suelo, contrariamente a la labranza convencional. La agricultura con cero labranza produce beneficios en muchas pero no todas las circunstancias; algunos de los beneficios son, por ejemplo, que mejora la calidad del suelo y hay una mejor captación de agua que las plantas aprovechan. Por tanto, estas tecnologías podrían ser de utilidad en las regiones de temporal. La cero labranza suele aumentar la concentración de materia orgánica cerca de la superficie del suelo. Este hecho suele interpretarse como una acumulación absoluta o “captura” de carbono en el suelo —a lo cual se denomina secuestro de carbón— y ha dado lugar a la difusión de la cero labranza como una práctica para reducir los efectos negativos del cambio climático. El tema se replantea en el Informe de la Brecha de Emisiones 2013 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

La revisión encontró que a veces había una verdadera acumulación neta, aunque pequeña, de carbono orgánico en el suelo bajo condiciones de cero labranza, comparada con la labranza convencional. Sin embargo, gran parte de los efectos observados son el resultado de la redistribución del carbono orgánico que varía según la profundidad —hay más carbono cerca de la superficie y menos a mayores profundidades. Además, los métodos de muestreo de suelo que normalmente se emplean tienden a amplificar el efecto. Por esto, es probable que se haya exagerado un poco respecto a que la agricultura con labranza cero reduce las repercusiones del cambio climático.

Los autores del estudio llegaron a la conclusión de que la agricultura con cero labranza juega un papel como una de las estrategias que contribuyen a la seguridad alimentaria, la protección del suelo y la adaptación a las variaciones del clima (creando sistemas agrícolas que sean más resistentes a las variaciones). En regiones donde no resulta apropiada la cero labranza deberá promoverse su uso, pero sin propiciar la idea errónea de que ayudará a mitigar las repercusiones de los climas extremos. La mitigación, quizá no mucha pero sí útil, es un beneficio adicional más no el motor de la política clave para su adopción.

El estudio también indica que aquellos que promueven la cero labranza como un medio para combatir el cambio climático suelen citar el potencial del volumen de carbón adicional que puede retener (o secuestrar) el suelo. Sin embargo, en el informe del UNEP y otras fuentes suelen pasarse por alto las barreras de la adopción. Los autores argumentan que existen numerosos factores sociales y de infraestructura que pueden dificultar la adopción por parte de los agricultores, sobre todo aquellos de bajos recursos en los países en desarrollo. El CIMMYT atiende éstos y otros asuntos, pero el avance para derribar las barreras es lento. Por tanto, incluso si existe un verdadero potencial para mitigar los resultados de las variaciones del clima, a menudo es difícil llevarlo a la práctica.

Clare Stirling, líder del proyecto CIMMYT-CCAFS, señala: “Esperar muchos beneficios derivados de la cero labranza para mitigar los efectos del cambio climático, es algo que debe considerarse con seriedad, porque damos un mensaje optimista pero no real del potencial para reducir los estragos de las fluctuaciones del clima por medio de prácticas agronómicas modificadas. Dado que es posible lograr la mitigación por medio de la adopción de cero labranza, es mucho menos probable en la práctica, ya que existe una mayor presión para reducir las emisiones de gases de invernadero en otras áreas de la agricultura. Respecto al maíz y el trigo, los dos cultivos con que trabaja el CIMMYT, la clave es hacer un uso más eficiente del nitrógeno para reducir el secuestro de carbón”, agregó Stirling.