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¿Es El Niño un llamado a invertir en soluciones proactivas para lograr la seguridad alimentaria?

Según proyecciones, en el sur de África, cerca de 50 millones de personas serán afectadas por las sequías derivadas de uno de los El Niño más fuertes de la historia, opinan científicos.

Sembradío muy afectado por la sequía en Lamego, Mozambique. Foto: Christian Thierfelder/CIMMYT

Según proyecciones, en el sur de África, cerca de 50 millones de personas serán afectadas por las sequías derivadas de uno de los El Niño más fuertes de la historia –fenómeno climático que se origina en el Océano Pacífico tropical y que provoca eventos climáticos extremos en todo el planeta. Se prevé que muchos de esos millones quedarán al borde del hambre y dependerán de asistencia alimentaria de emergencia.

Sin embargo, las intensas sequías no son una novedad en la región. De 1900 a 2013 las sequías provocaron la muerte de aproximadamente 1 millón de personas en África y causaron pérdidas económicas del orden de US $3,000 millones, que afectaron a más de 360 millones de personas. En los últimos 50 años, 24 de las sequías han sido causadas por eventos provocados por El Niño (Masih et al., 2014). Si las sequías son tan recurrentes y se sabe que son la principal causa de la variabilidad de los rendimientos y de la inseguridad alimentaria en el sur de África, ¿por qué seguimos reaccionando ante esto como si se tratara de una emergencia única en lugar de un riesgo previsto?
Cosechas impredecibles: Arriba, la variabilidad de rendimiento en los cinco principales países productores de maíz a nivel mundial (izquierda) versus el sur de África (derecha). Fuente: FAOSTAT, 2015

Unpredictable harvests: Above, yield variability in the world’s top 5 maize producing countries (left) vs. southern Africa (right) Source: FAOSTAT, 2015

Cosechas impredecibles: Arriba, la variabilidad de rendimiento en los cinco principales países productores de maíz a nivel mundial (izquierda) versus el sur de África (derecha). Fuente: FAOSTAT, 2015

En los últimos 50 años, los donadores se han enfocado en los “más pobres de los pobres” de la agricultura, en zonas donde la producción es difícil a causa de las lluvias escasas y erráticas, y los suelos arenosos e improductivos, y donde existe el gran riesgo de que la cosecha se pierda. Se han hecho inversiones en estas zonas para cambiar las condiciones de vida de los agricultores —y, sin embargo, en muchos de los países del sur de África, el número de personas que padecen inseguridad alimentaria permanece igual, o va en aumento. En cuanto hay sequía, los agricultores pierden todo su cultivo y se ven obligados a vender el ganado que tienen. Como muchos agricultores saturan el mercado con carne de baja calidad a un mismo tiempo, bajan los precios tanto del ganado como de la carne. Solo cuando la situación se vuelve insostenible, la comunidad de desarrollo actúa y solicita ayuda de emergencia, que al principio no fluye muy bien. La consecuencia inevitable es la abyecta pobreza y la dependencia de la ayuda alimentaria.

A farmer in Zimbabwe explains his challenges with drought and low soil fertility. Photo: Michael Listman
Un agricultor de Zimbabwe, habla de los problemas que le causan la sequía y la escasa fertilidad del suelo. Foto: Michael Listman

La asistencia a corto plazo puede ayudar a millones de familias campesinas en esta crisis, y este año sin duda se necesitarán soluciones de emergencia. Sin embargo, la ayuda de emergencia no es la solución para salvar vidas y ahorrar dinero en un mundo donde los eventos climáticos extremos ocurren cada vez con más frecuencia.

Sabemos que la próxima sequía ocurrirá en los próximos 2 ó 3 años. Se necesitan respuestas proactivas, estratégicas y sostenibles para aumentar la resiliencia de los sistemas de producción y reducir la dependencia de la ayuda alimentaria durante eventos climáticos extremos como El Niño. Esto debe comenzar con mejorar la capacidad de los gobiernos locales, regionales y nacionales, a fin de que tomen decisiones bien informadas sobre cómo prepararse para estos eventos. Las intervenciones deben abarcar más que las zonas de bajo rendimiento y apoyar las zonas de mayor productividad y a los agricultores comerciales emergentes que tienen mayor potencial de producir suficiente grano a escala nacional, y ayudar a las zonas más afectadas por la sequía. Las tecnologías y prácticas de la agricultura climáticamente inteligente, como el maíz tolerante a la sequía, la agricultura de conservación, la agroforestería y un mejor manejo de la fertilidad del suelo, son herramientas que buscan aumentar la seguridad alimentaria y la nutrición, aliviar la pobreza, conservar la biodiversidad y preservar los servicios del ecosistema. Tienen que difundirse para aumentar la resiliencia a la variabilidad climática. Esta estrategia de previsión y focalización, junto con la adopción de la agricultura climáticamente inteligente y una difusión más eficiente, puede aumentar la resiliencia de los sistemas de producción de pequeña escala en el sur de África, y reducir la variabilidad de un año a otro, así como la necesidad de brindar ayuda de emergencia.

Groundnuts in rotation with maize under conservation agriculture can provide food and nutrition despite climate variability in Malawi. Photo:  Christian Thierfelder
La siembra de cacahuate en rotación con maíz aplicando agricultura de conservación puede proveer alimentos y nutrición pese a la variabilidad climática en Malawi. Foto: Christian Thierfelder

Si quiere leer más sobre los impactos de El Niño y la creación de resiliencia en el documento informativo Combating drought in southern Africa: from relief to resilience, haga clic aquí.