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El género sí importa cuando se trata de mecanización

Frédéric Baudron

Primera fila, izq-der: Mulunesh Tsegaye (especialista en género y agricultura de FACASI); Katrine Danielsen (KIT), Elizabeth Mukewa (consultora), Mahlet Mariam (consultora); y David Kahan (especialista en modelos de negocios del CIMMYT). Segunda fila, iz-der: Anouka van Eerdewijk (KIT); Lone Badstue (líder de investigación sobre género e integración del CIMMYT); y Frédéric Baudron (líder de FACASI). Foto: Steffen Schulz
Primera fila, izq-der: Mulunesh Tsegaye (especialista en género y agricultura de FACASI); Katrine Danielsen (KIT), Elizabeth Mukewa (consultora), Mahlet Mariam (consultora); y David Kahan (especialista en modelos de negocios del CIMMYT). Segunda fila, iz-der: Anouka van Eerdewijk (KIT); Lone Badstue (líder de investigación sobre género e integración del CIMMYT); y Frédéric Baudron (líder de FACASI). Foto: Steffen Schulz

Las metas de los proyectos Mecanización Agrícola y Agricultura de Conservación para la Intensificación Sustentable (FACASI) consisten en atender el problema de la mecanización en el este y el sur de África, así como reducir la carga de trabajo que conlleva el uso de maquinaria, promoviendo la mecanización a pequeña escala, con tractores de dos ruedas. Son las familias campesinas encabezadas por mujeres (FEM) las que padecen mayor escasez de mecanización, las que menos mano de obra pueden conseguir y las que por lo general no tienen animales de tiro o no se les permite, por cuestiones culturales, el uso de animales. Las FEM son a menudo las últimas en acceder a los servicios de preparación de la tierra y esto ocasiona bajas en el rendimiento de sus cultivos. Incluso en familias encabezadas por hombres, las mujeres son las que se encargan de gran parte del trabajo y de tareas que exigen mucho esfuerzo, como desyerbar, desgranar, o transportar en su cabeza insumos y productos agrícolas desde su finca hasta el mercado y viceversa.

Aunque la mecanización tiene el potencial de reducir la brecha de género en la agricultura, las actividades realizadas en el pasado con grandes tractores de cuatro ruedas crearon, en muchos casos, un acceso poco equitativo a la maquinaria, ya que favorecieron a los agricultores más prósperos y en muchos casos agrandaron más la brecha del género. De manera similar, aunque mucha de la carga laboral de la agricultura recae en las mujeres, suele ocurrir que las tareas de los hombres que requieren mecanización en sus campos tienen prioridad sobre las de las mujeres. ¿La mecanización de pequeña escala seguirá el mismo patrón? ¿O el uso de tractores de dos ruedas más económicos promoverá el acceso equitativo a la mecanización y ayudará a cerrar la brecha del género? Además, ¿la versatilidad de estas máquinas pequeñas acelerará la mecanización de las tareas que hacen las mujeres? ¿O es poco probable que la carga de trabajo que las mujeres tienen actualmente se traduzca en demanda de mecanización porque las normas socioculturales afectan su dinámica de género? Por último, si las tareas de las mujeres se mecanizan, ¿esto les abrirá nuevas oportunidades o hará que vuelvan a realizar las mismas tareas cotidianas en su hogar?

Para contestar partes de estas preguntas, a principios de 2014 el CRP MAÍZ otorgó una subvención al Instituto Tropical Real (KIT) para que realizara un estudio de la cuestión del género en la mecanización a pequeña escala, en los sitios de Etiopía (Hawassa y Assela) y Kenia (Bungoma y Laikipia) que abarca FACASI. El equipo de investigadores estuvo integrado por Anouka Van Eerdewijk, asesora de género de KIT, Katrine Danielsen, asesora sénior de KIT, Elizabeth Mukewa, especialista en género y derechos, consultora a cargo del trabajo de campo en Kenia, y Mahlet Mariam, consultora encargada del trabajo de campo en Etiopía. El equipo dio a conocer los resultados de su análisis al proyecto FACASI en Addis Abeba el pasado 10 de octubre.

La primera conclusión a la que llegó el equipo es que hay pocas probabilidades de que la carga de trabajo de las mujeres en sí se traduzca en una demanda de mecanización, porque el trabajo de la mujer es poco valorado, porque no se le da reconocimiento por la carga de trabajo que realiza y porque tiene poco control sobre los recursos financieros de la familia. Sin embargo, puede que las tareas de mecanización de los hombres ayuden de manera indirecta a reducir la carga de trabajo de las mujeres. Por ejemplo, si se mecanizan la preparación de la tierra y la siembra —una tarea manual que generalmente hacen los hombres—, habría menos necesidad de desyerbar —una tarea que generalmente corresponde a las mujeres—, porque podría anticiparse la siembra y, en consecuencia, habría un buen establecimiento de plantas. Además, si se mecaniza el trabajo de los hombres, habría menos necesidad de que las mujeres preparen y lleven comida a los hombres que trabajan en el campo. Sustituir la mecanización por tracción mecanizada reduciría también el número de animales que posee una familia, así como el trabajo que se necesita para alimentar al ganado y la recolección de estiércol, que por lo general corresponden a las mujeres. Mecanizar el transporte y las operaciones postcosecha (deshojar, desgranar o trillar) repercutiría directamente en la carga de trabajo de las mujeres.

Una segunda conclusión del estudio es que existen grandes variaciones en los contextos, los tipos de familia campesina e incluso entre mujeres en familias similares. En algunas localidades (p.ej. Assela) se utiliza trabajo en grupo para reducir la carga de trabajo y en otras no (p.ej. Laikipia). Además, las mujeres de familias encabezadas por hombres no suelen tener control sobre los recursos para reducir su carga de trabajo; las familias encabezadas por mujeres puede que sí tengan control, pero sus recursos son limitados. En las familias encabezadas por hombres en que las mujeres controlan parte de los recursos, éstas pueden encontrar opciones para reducir su carga de trabajo y utilizar prácticas de mecanización. Esto ocurre en los casos de mujeres que tienen su propia tierra y/o tienen un empleo formal que no tiene que ver con la agricultura. Estas variaciones sugieren que no se pueden descartar la demanda de las prácticas de la mecanización, ni sus beneficios, pero que tienen que ser consideradas y monitoreadas en contexto. Los resultados del estudio se utilizarán para crear indicadores relativos al género para monitorear y evaluar los objetivos de FACASI. Servirán también para definir varias de las actividades del proyecto, incluido un ensayo de modelos de maquinaria comercial con mujeres emprendedoras, que permitirán hacer un escrutinio más a fondo de los diferentes tipos de familias y sus integrantes.