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Preservando el maíz criollo y la cultura en México

Felipa Martinez shows off some of her family’s maize from last year’s harvest. Photo: Matthew O’Leary
Felipa Martinez shows off some of her family’s maize from last year’s harvest. Photo: Matthew O’Leary

Felipa Martínez, una abuela indígena mexicana, sonríe al mostrar una bolsa llena de mazorcas de maíz que conservó de la cosecha pasada. Junto con su familia, pudo producir suficiente maíz para todo el año a pesar de la creciente presión ocasionada por el cambio climático.

La sonrisa de Felipa expresa satisfacción. Su principal preocupación es su familia y una buena cosecha le permite alimentarla sin problema y luego vender lo poco que queda para cubrir los gastos.

“Cuando hay una buena cosecha de maíz, me siento feliz porque no tenemos que gastar dinero en comprar comida. Podemos preparar nuestras propias tortillas y tostadas”, dice.

Su familia forma parte de la comunidad indígena Chatino y vive en Santiago Yaitepec, un pequeño pueblo en el sur del estado de Oaxaca. Pertenece a una de las once comunidades indígenas marginadas que existen en todo el estado y que colaboran en un proyecto de mejoramiento participativo con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), orientado a mejorar, de forma natural, la calidad del maíz criollo y conservar su diversidad.

Estos agricultores indígenas son custodios de la diversidad del maíz, pues siembran semillas que han sido pasadas de una generación a otra. Sus variedades de maíz representan una parte de la diversidad de las 59 razas criollas de maíz de México que fueron generadas a partir de gramíneas silvestres por sus antepasados. Estas diversas razas (o tipos) de maíz se fueron diversificando gracias a muchísimos años de mejoramiento selectivo cuyo objeto era adaptarlas al medio ambiente, a las condiciones climáticas y a las necesidades culturales de las distintas comunidades.

En los últimos años, las buenas cosechas se han vuelto cada vez más escasas debido a que los impactos del cambio climático, como las lluvias erráticas y la proliferación de plagas y enfermedades, han empezado a afectar las variedades de maíz criollo. Los agricultores de escasos recursos, como la Sra. Martínez y su familia, son de los que han sido más afectados por los efectos cada vez mayores del cambio climático, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.

Estos agricultores y sus antepasados han tenido miles de años de experiencia seleccionando y mejorando el maíz con el fin de adaptarlo a su medio ambiente. Sin embargo, el cambio climático a veces supera sus métodos de selección, dice Martha Willcox, coordinadora del mejoramiento de razas criollas del CIMMYT, quien trabaja con esta comunidad y coordina el proyecto de mejoramiento participativo en Oaxaca. Mediante esta iniciativa, las comunidades indígenas trabajan junto con mejoradores profesionales de maíz con el fin de continuamente mejorar y conservar su maíz criollo.

Pese a los numerosos problemas, los agricultores de esta región no están dispuestos a dejar de cultivar su maíz y sembrar otras variedades. “El maíz criollo—es decir, mi maíz—se da mejor aquí y produce buenos rendimientos en nuestro medio ambiente. Este maíz es más dulce, es más pesado”, dice Don Modesto Suárez, el marido de Felipa. “Ha sido cultivado por nuestros abuelos y, por esta razón, no lo cambio”.

Una mujer de la comunidad Chatino prepara tortillas muy grandes de maíz criollo que son muy apreciadas en los mercados locales. Foto: Matthew O’Leary
Una mujer de la comunidad Chatino prepara tortillas muy grandes de maíz criollo que son muy apreciadas en los mercados locales. Foto: Matthew O’Leary

Esto se debe a que las variedades de maíz criollo de las comunidades están adaptadas a sus condiciones microclimáticas específicas, como la altura y las condiciones climáticas, y por tanto, rinden más y son más resistentes a las plagas y enfermedades locales que las otras variedades de maíz. Además, poseen características específicas requeridas por la cocina tradicional local—por ejemplo, en Santiago Yaitepec, las variedades criollas contienen un tipo de almidón especial que permite hacer las enormes tortillas y tostadas que tienen tanta demanda en los mercados locales.

Generalmente las otras variedades no satisfacen las necesidades específicas de los agricultores ni se adaptan a las condiciones climáticas, y muchas familias no quieren renunciar al apego cultural que le tienen al maíz criollo, dice Flavio Aragón, investigador de recursos genéticos del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) que colabora con Willcox en el proyecto de mejoramiento participativo.

El CIMMYT y el INIFAP iniciaron este proyecto de mejoramiento participativo de cuatro años de duración con el fin de entender las condiciones únicas de las comunidades marginadas y sus necesidades—por ejemplo, el tipo de maíz, el clima local, las prácticas agronómicas, las enfermedades y los requerimientos culturales—e incluyeron a los agricultores en el mejoramiento del maíz con el fin de satisfacer estas necesidades.

“Nuestro propósito es aprovechar al máximo las características únicas del maíz criollo que crece en los campos de los agricultores, a fin de conservarlo y utilizarlo para aumentar la resistencia y fortaleza sin perder su autenticidad”, dice Aragón.

“Cuando incluimos a los agricultores en la labor de selección, ellos observan lo que hacemos y aprenden técnicas únicas”, dice. “Y no solo acerca del procedimiento de selección genética que forma parte del mejoramiento, sino también las prácticas agronómicas sustentables, con lo cual es más fácil que adopten el maíz que han mejorado junto con los mejoradores como parte de este proyecto”.

Suárez dice que aprecia la ayuda de los mejoradores, “pues estamos aprendiendo cómo mejorar nuestro maíz e identificar las enfermedades. Espero que más agricultores de nuestra comunidad se unan y avancen con nosotros”.

Cuando surge una enfermedad

Dos hombres de la comunidad de Chatino en un campo de maíz en Santiago Yaitepec, Oaxaca, México. La cosecha se ha visto amenazada por la mancha de asfalto, pero las comunidades locales han podido mejorar la resistencia de su maíz criollo sin perder sus características preferidas, gracias al mejoramiento participativo con el CIMMYT. Foto: Matthew O’Leary
Dos hombres de la comunidad de Chatino en un campo de maíz en Santiago Yaitepec, Oaxaca, México. La cosecha se ha visto amenazada por la mancha de asfalto, pero las comunidades locales han podido mejorar la resistencia de su maíz criollo sin perder sus características preferidas, gracias al mejoramiento participativo con el CIMMYT. Foto: Matthew O’Leary

Debido a los cambios en el régimen de lluvias provocados por el cambio climático, es difícil que los agricultores sepan cuándo deben sembrar para evitar brotes de enfermedades graves. En la actualidad, una enfermedad fúngica conocida como mancha de asfalto está afectando el maíz cada vez más, pues destruye las cosechas y amenaza la seguridad alimentaria local, dice Willcox. La resistencia a la mancha de asfalto es una característica esencial que los agricultores desean incluir en el mejoramiento participativo.

Esta enfermedad se denomina mancha de asfalto debido a que genera manchas negras que cubren las plantas infectadas, cuyas hojas mueren prematuramente. Las plantas se debilitan y sus mazorcas no se desarrollan completamente, con lo cual los rendimientos se reducen hasta en un 50%, o más, en casos extremos.

La mancha de asfalto es causada por una combinación de tres infecciones fúngicas, y ocurre con mayor frecuencia en las zonas frescas y húmedas del sur de México, Centroamérica y parte de América del Sur. Este mal está empezando a extenderse probablemente debido al cambio climático, a la evolución de los patogénos causantes y la introducción de variedades susceptibles de maíz.

“Antes nuestro maíz se daba muy bien aquí, pero con la llegada de esta enfermedad, ya no se da tan bien”, dice Suárez. “Por esta razón empezamos a buscar maíz que pudiéramos intercambiar con nuestros vecinos”.

Según Willcox, los agricultores indígenas observan el maíz que se da bien en los campos de sus vecinos y luego lo ensayan en sus propias parcelas, como parte de su método de mejoramiento tradicional.

Para extender su búsqueda de esta resistencia, Willcox acudió al Banco de Germoplasma del Maíz del CIMMYT, donde se conservan más de 7000 tipos de semilla de maíz criollo que fueron recolectados de agricultores indígenas. Ensayó casi mil accesiones del Banco en búsqueda de resistencia a la mancha de asfalto; como parte de esa tediosa tarea, evaluó las distintas variedades con base en cómo resistían la enfermedad en el campo. Pero sus esfuerzos dieron buenos resultados, pues su grupo de trabajo descubrió dos variedades que resistían la enfermedad. Una de ellas, Oaxaca 280, proviene de una zona localizada a unas pocas horas al norte de donde viven Suárez y su familia.

El agricultor Modesto Suárez (izq) y sus vecinos al principio dudaron en sembrar la variedad Oaxaca 280 en sus parcelas, pero al final les gustaron los resultados. Foto: Matthew O’Leary
El agricultor Modesto Suárez (izq) y sus vecinos al principio dudaron en sembrar la variedad Oaxaca 280 en sus parcelas, pero al final les gustaron los resultados. Foto: Matthew O’Leary

Cuando sembraron Oaxaca 280 en sus parcelas, a los agricultores les impresionaron los resultados y ahora están empezando a incluir esa variedad en su trabajo de mejoramiento.

“Oaxaca 280 es un maíz criollo proveniente de México, y cuando se le cruza con el maíz de la comunidad, se producen materiales de Oaxaca que son 100% no mejorados y que se parecen mucho al suyo propio”, dice Willcox. “Lo que sucede en realidad es que los agricultores introducen resistencia de otras zonas de Oaxaca en esta variedad de maíz criollo”.

“Se trata de lograr que ese maíz se parezca lo más posible al de los agricultores, de conservar las características que los agricultores valoran y, al mismo tiempo, resolver los problemas específicos que los agricultores nos han pedido ayuda para solucionar, a fin de que sea muy similar a sus variedades criollas y lo acepten”, dice Aragón.

Expandir el impacto del proyecto

Willcox y sus colegas en todo México tratan de expandir este proyecto de mejoramiento participativo a toda la nación, en un esfuerzo por conservar la biodiversidad del maíz y apoyar a las comunidades rurales.

“Si les quitamos su maíz criollo, les quitamos una enorme porción de la cultura que mantiene unidas a estas comunidades”, dice Willcox. Por otra parte, el mejoramiento participativo en comunidades marginadas conserva la diversidad del maíz y proporciona oportunidades en las zonas rurales de donde procede gran parte de las personas que emigran a Estados Unidos.

“La falta de oportunidades lleva a las personas a emigrar de México para buscar trabajo en otros lugares, pero un sector agrícola fuerte produce muchas oportunidades en zonas rurales”, dice.

Con el fin de ofrecer más oportunidades económicas a estas comunidades, los investigadores han estado conectando a los agricultores con propietarios de restaurantes en la Ciudad de México y en Estados Unidos, a fin de que exporten su grano excedente y mejoren así sus medios de vida. El gusto por la comida mexicana ha creado un mercado pequeño pero creciente para las variedades de maíz criollo.

La siguiente generación: la nieta de Felipa Martínez y Modesto Suárez en medio del campo de maíz de sus abuelos. Foto: Matthew O’Leary
La siguiente generación: la nieta de Felipa Martínez y Modesto Suárez en medio del campo de maíz de sus abuelos. Foto: Matthew O’Leary

El maíz criollo es la base para crear cultivos climáticamente inteligentes

Las variedades de maíz criollo poseen una gran diversidad y resiliencia climática, y se dan en muchos medios ambientes, desde áridos hasta húmedos, señala Willcox. Las características genéticas de esta diversidad se pueden utilizar para generar variedades apropiadas para los cambiantes ambientes de cultivo que se pronostica existirán para el año 2050.

“Hay mucho razonamiento detrás de la forma en que estos agricultores cultivan la tierra y deciden lo que van a seleccionar”, dice Willcox. “Esto lo han hecho desde hace muchos años y ha pasado de una generación a otra. Por eso es que tienen un maíz de tan alta calidad que posee resistencia a los problemas locales y características genéticas que ahora se pueden utilizar para crear variedades fuertes que ayuden a los agricultores de México y de todo el mundo”.

Agregó que es esencial analizar la variabilidad genética del maíz criollo y apoyar a las familias agricultoras que lo conservan en sus campos. Esta biodiversidad todavía se siembra y se selecciona en muchos microclimas diversos de México y nos proporciona las características que necesitamos para proteger nuestro suministro de alimentos.

 

Para ver un video sobre la labor del CIMMYT en esta comunidad, haga clic aquí.

Este trabajo se realizó como parte del proyecto MasAgro dirigido por el CIMMYT en colaboración con INIFAP y con el apoyo del Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación de México (SAGARPA) y el Programa de Investigación CGIAR MAIZE.

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