“El cambio climático multiplica los riesgos, pues intensifica los problemas del crecimiento demográfico, la inseguridad alimentaria, la pobreza y la malnutrición”, afirma Clare Stirling, científica del Programa de Intensificación Sustentable del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT). “Dado que casi 60% de la producción mundial de alimentos proviene de la agricultura de temporal y más de 650 millones de personas dependen de la agricultura de temporal tan solo en África, nuestro sistema alimentario ya es muy vulnerable a los climas cambiantes”.
Stirling, que es el enlace entre el CIMMYT y el Programa Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria del CGIAR (CCAFS), cree que la agricultura —incluida la agricultura de pequeña escala— desempeña un papel clave para lograr los objetivos de reducir la emisión de gases de invernadero, pero solo si se combinan y coordinan esfuerzos que traspasen las barreras institucionales y disciplinarias.
Mediante un enfoque de sistemas, el CIMMYT contribuye a generar y promover tecnologías climáticamente inteligentes (como variedades de maíz y trigo tolerantes a la sequía, agricultura de conservación y manejo de nutrientes y agua por precisión), así como investigación sobre servicios climáticos, seguros basados en índices para agricultores cuyos cultivos son arruinados por fenómenos climáticos adversos, y datos y modelos de emisiones de gases de invernadero en India y México.
“Tenemos el caso de India, el segundo productor mundial de alimentos”, explica Stirling. “Las opciones para mitigar los gases que emiten los cultivos, de las cuales los sistemas arroz-trigo son un componente importante, incluyen un mejor manejo del agua en el arroz, un uso más preciso del fertilizante nitrogenado, evitar la quema de residuos y promover la labranza cero o reducida, dependiendo de las condiciones y prácticas locales. Con políticas correctas y capacitación para los agricultores, estas opciones podrían difundirse rápidamente para reducir las emisiones del sector agrícola hasta en 130 megatones de CO2e al año. El gran reto es lograr la adopción a gran escala para que la mitigación sea significativa”.
Se necesita ciencia para lograr los objetivos de mitigación a nivel local
Stirling nació en Malawi y durante sus primeros años vivió en Zimbabwe; cuando era una jovencita vivió un año con sus papás y sus hermanos en una casa rodante en una finca en Devon, Reino Unido. “Durante gran parte de mi niñez y adolescencia viví en pueblos pequeños, montando a caballo y trabajando en fincas durante las vacaciones escolares. De ahí surgió mi deseo de trabajar en la agricultura y en el extranjero”.
Stirling obtuvo su licenciatura en ciencias de las plantas y su doctorado en fitofisiología ambiental de la Universidad de Nottingham, campus Sutton Bonington, Reino Unido, y, posteriormente, hizo trabajo de campo en el Instituto Internacional de Investigación de Cultivos para las Zonas Tropicales Semiáridas (ICRISAT) en Hyderabad, India.
Cuando estudiaba su doctorado en Nottingham, también se unió a un grupo de investigación liderado por el finado profesor John Monteith que estaba cuantificando las relaciones entre el desarrollo de los cultivos, la radiación y el uso de agua. Las ecuaciones que crearon sustentan muchos de los modelos de simulación que se utilizan hoy en día. “Mi investigación siempre se ha enfocado en las interacciones del medio ambiente y el desarrollo de las plantas y, por tanto, el cambio climático se convirtió en parte importante de esto desde que comencé un curso de maestría sobre el tema que establecí en la Universidad de Essex en la década de los noventa”.
Stirling considera que la degradación del suelo es uno de los problemas sin solución. “A menos que se atienda este problema, será imposible intensificar de manera sustentable o crear resiliencia climática en los sistemas alimentarios”, explica. “Tenemos que hacer un buen uso de la limitada materia orgánica y utilizar los fertilizantes mejor y más eficientemente”.
Le preocupa también que la ciencia del clima que sustenta la planeación local y nacional de la adaptación al cambio climático es mucho menos acertada que la que informa los objetivos globales a largo plazo. “El CIMMYT tiene una función invaluable, dada su misión mundial y estratégica de generar tecnologías que aumenten la productividad y la eficiencia en el uso de los recursos ante el aumento de la temperatura en el futuro”, sostiene la científica.
Stirling cree que es probable que las predicciones climáticas sigan siendo inciertas y que la adaptación a la variabilidad climática actual no bastará para su adaptación a largo plazo en muchos lugares, y que podría haber muchas sorpresas. “Es necesario que las organizaciones internacionales como el CIMMYT ofrezcan productos como germoplasma tolerante a factores adversos y sistemas de manejo que ayuden a contrarrestar los efectos de climas extremos en las zonas donde trabajamos”.
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