
En México, los agricultores tienen, en promedio, 55 años de edad. En ese contexto, no siempre es sencillo para un agricultor consolidado aceptar la asesoría de un técnico que podría ser su hijo o incluso su nieto. Sin embargo, los productores vinculados a Ricinomex —una biorefinería de Oaxaca que colabora con CIMMYT para la promoción de prácticas agrícolas sustentables— han comprobado que la diversificación de cultivos propuesta por sus jóvenes ingenieros no solo regenera el suelo, sino que también mejora los ingresos y configura una nueva estampa del extensionismo rural.
Sergio Gil Hernández Pinacho es uno de los jóvenes técnicos de Ricinomex y actualmente, junto con sus compañeros, está impulsando un ambicioso proceso de transformación productiva en los Valles Centrales de Oaxaca basado en la diversificación de cultivos: “Nos encontramos en San Martín de los Cansecos. Aquí pueden observar nuestra parcela de multiplicación de semillas, sembrada para multiplicar cultivos alternativos y de cobertura”.
“En la parcela tenemos una vitrina de leguminosas: caupí, vigna, crotalaria, dólicos y canavalia, además del girasol. Todas estas especies se dotarán a productores para maximizar la diversificación aquí en los Valles Centrales”, comenta y puntualiza que actualmente están trabajando “con unos 100 productores fijos y varios más que participan de forma intermitente. El cultivo principal es la higuerilla en asociación con la milpa; la idea es intercalar estos cultivos de cobertura para mejorar la estructura del suelo y, al mismo tiempo, ofrecer forraje o productos de mercado”.
La propuesta es sencilla en apariencia, pero para un agricultor acostumbrado a repetir el mismo cultivo año tras año representa un cambio de mentalidad. Por eso el acompañamiento es integral: “En Ricinomex damos asesoría desde la preparación del terreno hasta la comercialización de la semilla. Los cultivos que más han gustado son el frijol caupí y el girasol: aportan nitrógeno, descompactan el suelo y se venden bien. Además, las leguminosas fijan nitrógeno; la canavalia funciona como abono verde; el girasol rompe la costra del suelo. Todo depende de la necesidad de cada productor”, señala Sergio.
Esa diversidad cumple varias funciones al mismo tiempo: mejora la salud del suelo al fijar nitrógeno, aumentar la materia orgánica y facilitar la infiltración de agua; ofrece productos con potencial de mercado, como el aceite de higuerilla o la flor de girasol; y permite, además, cubrir necesidades locales de forraje o abono verde según cada contexto. En palabras de Sergio, se trata de una estrategia integral donde “cada cultivo aporta algo diferente: nutrientes, estructura, ingresos…”.
La diversidad, sin embargo, no es únicamente botánica: el equipo técnico de Ricinomex trabaja en Ocotlán, Ejutla, Miahuatlán, Ayoquezco, La Ciénaga y también están incursionando en Trinidad Zaachila, lo que demuestra la expansión de una innovación joven que ya echa raíces y muestra que este tipo de innovación agronómica también es, sin duda, una innovación social: incorpora a las juventudes como actores centrales, revitaliza el diálogo entre generaciones en el campo y demuestra que se puede producir con más inteligencia y sostenibilidad, sin necesidad de grandes inversiones ni tecnologías inaccesibles.
Por supuesto, el camino no está exento de obstáculos. Como comenta Sergio, convencer a un productor con décadas de experiencia de probar una leguminosa que nunca ha sembrado puede ser complicado, sobre todo si quien lo sugiere es un joven recién egresado. A eso se suma el hecho que, aunque el mercado para nuevos cultivos va creciendo, aún no existen canales consolidados que aseguren precios justos y permanencia de la demanda. Sergio y su equipo enfrentan estos desafíos con paciencia y el respaldo de centros de investigación científica como CIMMYT, sabiendo que cada agricultor convencido abre la puerta a otros más.
Así, la propuesta del Hub Pacífico Sur de CIMMYT y colaboradores como Ricinomex para diversificar no solo transforma parcelas; también transforma lógicas productivas y sienta las bases de un relevo generacional con soporte científico donde, en lugar de apostar todo a un solo cultivo, como ocurre con los monocultivos convencionales que degradan el suelo y concentran riesgos, los productores acompañados por técnicos jóvenes están sembrando mayores oportunidades de desarrollo.