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El BID y el CGIAR dialogan sobre la importancia de fortalecer los sistemas agroalimentarios en América Latina y el Caribe

Fortalecer los sistemas agroalimentarios latinoamericanos permitiría garantizar el liderazgo de la región en el campo de las exportaciones agrícolas y contribuir significativamente al desarrollo y la prosperidad de sus sociedades.

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Dirección Regional para América Latina y el Caribe del CGIAR, en colaboración con el Centro Internacional para el Mejoramiento del Maíz y del Trigo (CIMMYT), organizó a principios de febrero un importante conversatorio sobre el informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BIDCompetir en la Agroindustria: Estrategias empresariales y políticas públicas para los desafíos del siglo XXI. El principal objetivo del evento era avanzar en la búsqueda de estrategias compartidas para fortalecer los sistemas agroalimentarios de América Latina y el Caribe.

Según los representantes de ambas instituciones, fortalecer los sistemas agroalimentarios latinoamericanos permitiría garantizar el liderazgo de la región en el campo de las exportaciones agrícolas y contribuir significativamente al desarrollo y la prosperidad de sus sociedades.

En sus palabras de apertura ante las más de 130 personas que siguieron la retrasmisión del evento desde la sede del CIMMYT en México, el Director Regional para América Latina y el Caribe del CGIAR, Joaquín Lozano, alabó la calidad del informe, destacando que abre perspectivas nuevas sobre cuestiones muy próximas al mandato y el trabajo del CGIAR como la innovación en la agricultura, la importancia de los bienes públicos y los desafíos climáticos de los sistemas agroalimentarios.

Lozano aseguró que, aunque tradicionalmente los sistemas agroalimentarios han sido considerados un campo poco propicio para la inversión en innovación, esta percepción está cambiando gracias a la agricultura basada en la ciencia y la agricultura de precisión, a cuyo desarrollo contribuye decisivamente el trabajo de instituciones dedicadas a la innovación y la investigación agrícola como el CGIAR.

“El desarrollo de estas modalidades de agricultura no solo contribuye al desarrollo de la agroindustria, sino que puede ser crucial para cerrar la brecha tecnológica, económica y social entre la agricultura moderna y la tradicional”, aseguró. “Para que esto suceda, se necesita una gran alianza entre instituciones científicas, poderes públicos y bancos de desarrollo como el BID”.

Ernesto Stein, representante del Grupo BID en México y coordinador del equipo que elaboró el informe, también incidió en el papel clave que la agricultura puede jugar en el desarrollo y el bienestar económico de las sociedades de América Latina y el Caribe.

Ernesto Stein durante su explicación de las principales conclusiones del informe. (Foto: CIMMYT)

“Históricamente, se pensaba que el camino más rápido hacia el desarrollo era la industrialización. Sin embargo, este modelo tiene sus límites. Además, la agricultura ha demostrado que puede ser no solo una actividad económica de subsistencia, sino un método de producción avanzado”, aseguró.

Stein advirtió que el éxito de esta “estrategia alternativa de desarrollo” no es automático. El mercado agroalimentario exige estándares cada vez más altos de calidad, sostenibilidad e información y, para cumplir con esas exigencias, “es necesario el desarrollo de nuevas capacidades”.

En este contexto, el informe del BID describe 30 casos de empresas agroalimentarias ubicadas en 12 países latinoamericanos que se han insertado con éxito en el mercado y analiza los factores que han contribuido a construir esas historias ganadoras.

Esos factores tienen que ver con estrategias de agregación de valor a los productos agrícolas (cumplir con los requisitos de los mercados externos; obtención de certificaciones; elaboración de productos con cualidades especialmente valoradas por los consumidores, aprovechamiento de periodos de baja oferta gracias a la innovación genética, desarrollo de productos derivados para aprovechar el producto que no se pueda hacer llegar fresco a mercado o creación de una identidad de marca diferenciada) y, también, con el modelo de organización productiva (que el informe divide en tres: empresas de integración vertical —grandes empresas productoras con control absoluto de todos los factores del proceso productivo—; empresas tractoras —empresas medianas o grandes que convenian la producción con pequeños productores—; y empresas de asociatividad horizontal —al estilo de las cooperativas—).

El objetivo del informe no es solo descriptivo, sino prospectivo, pues la identificación de estos factores aspira a servir de inspiración tanto a otras empresas como a otros actores implicados en la definición de políticas de desarrollo rural —principalmente los gobiernos— para contribuir a crear las condiciones que permitan replicar o escalar los modelos retratados en el informe.

La presentación global del informe fue seguida del examen de algunas cuestiones más específicas. Hablando de la necesidad de innovación en la agricultura, Gustavo Crespi, de la División de Competitividad, Tecnología e Innovación del BID, aseguró que “la economía de la innovación siempre ha considerado a la agricultura un sector poco innovador. Sin embargo, a lo largo de las décadas, la agricultura ha llevado a cabo transformaciones productivas y organizativas muy significativas que han sido subestimadas”.

De hecho, según Crespi, la agricultura vive hoy un complejo proceso de transformación — principalmente en las fases de pre-cultivo, pre-cosecha y post-cosecha— que está consiguiendo reducir la incertidumbre asociada a la agricultura y mejorar enormemente su eficiencia.

Romina Ordoñez, de la División de Desarrollo Rural, Medio Ambiente y Gestión de Riesgo de Desastres del BID, examinó los desafíos medioambientales de las cadenas de valor agrícolas, destacando cómo esos desafíos van acompañados de oportunidades, como el hecho de que la certificación ambiental de un producto agrícola permite generar ingresos extra.

Sin embargo, advirtió: “la transición a una agricultura más sostenible tiene un coste inicial que no todos pueden asumir”. Por eso, esa transición necesita el apoyo de instituciones fuertes —poderes públicos, organizaciones internacionales y bancos de desarrollo, principalmente—.

Posteriormente, los comentaristas por parte del CGIAR dieron sus puntos de vista desde distintos ángulos. Valeria Piñeiro, de la Oficina para América Latina y el Caribe del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI, por sus siglas en inglés) incidió también en el “papel clave que los bienes públicos han de jugar en la optimización de los sistemas productivos agrícolas”. Para ella, las transformaciones tecnológicas deben ir acompañadas de transformaciones en las instituciones y en las políticas.

Hugo Campos, Director Adjunto de Investigación del Centro Internacional de la Papa (CIP), aseguró que el evento “podría marcar un antes y un después en la forma en que utilizamos la innovación para generar valor en la agricultura”.

Deissy Martínez, Líder de la Iniciativa AgriLAC Resiliente (Foto: CIMMYT)

Por su parte, Deissy Martinez, Líder de la Iniciativa AgriLAC Resiliente del CGIAR, destacó que “es posible generar valor en la agricultura a partir de la sostenibilidad”, asegurando que este hecho, “que hoy es lo extraordinario, debería ser lo normal”.

Tras una sugerente sesión de preguntas y respuestas entre la audiencia y los ponentes, moderada por Jesús Quintana, Director Gerente para La Alianza de Bioversity International y el CIAT, cerró el acto Bram Govaerts, Director General del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Govaerts destacó que el reto es “conectar los sistemas de innovación con y los modelos de agregación de valor a la agricultura, asegurándonos de que tienen un impacto en la lucha contra la pobreza y generan inclusión”. También abogó por la necesidad de que América Latine piense en cómo le gustaría estar en el año 2100 y en que trabaje unida para cumplir sus objetivos y determinar “el cuándo, el cómo y el dónde de sus esfuerzos” para transformar sus sistemas agroalimentarios.

El conversatorio dio lugar a animadas discusiones durante la duración del evento y en los momentos posteriores al mismo (Foto: CIMMYT)

 

Las distintas intervenciones de ponentes y público hicieron evidente que la intuición inicial que guiaba tanto el informe del BID como el evento es válida y pertinente: el fortalecimiento de los sistemas agroalimentarios en América Latina y el Caribe puede contribuir decisivamente al desarrollo de la región y sus sociedades. También quedó patente que este objetivo solo se puede alcanzar mediante amplias alianzas que comprendan al sector privado y al público; a productores —grandes y pequeños— y a inversores; y a actores nacionales e internacionales.

Puede acceder y descargar el informe aquí.

Puede ver el vídeo del evento aquí.