
Cada 9 de septiembre, al conmemorarse el Día Mundial de la Agricultura, tenemos la oportunidad de detenernos y mirar hacia el origen de todo lo que comemos. Esta fecha no es solo un reconocimiento a quienes trabajan la tierra; es una invitación urgente a repensar cómo producimos alimentos, cómo cuidamos la tierra y cómo respondemos colectivamente a los retos que enfrenta la agricultura en estos tiempos de cambio acelerado.
El campo está en transformación. Lo vemos en las lluvias que ya no llegan cuando deberían, en las sequías prolongadas, en suelos que han perdido vitalidad, en plagas que se vuelven más agresivas. Lo vemos también en el abandono del campo por parte de jóvenes sin oportunidades, en el esfuerzo doble de mujeres agricultoras que muchas veces siguen invisibilizadas, en la presión constante por producir más, con menos. Frente a esto, hay algo profundamente admirable: los agricultores y agricultoras siguen sembrando. Siguen innovando. Siguen enseñándonos que el conocimiento que viene de la experiencia es tan valioso como cualquier descubrimiento en un laboratorio.
Y es ahí donde comienza el trabajo de CIMMYT, con las personas. Nuestro compromiso parte de una certeza clara y poderosa: los agricultores impulsan la innovación. Sus necesidades y saberes son el punto de partida de nuestra ciencia. No llegamos con soluciones cerradas, sino con preguntas abiertas, con voluntad de escuchar, de construir juntos, de aprender del territorio.
Desde hace más de 50 años, en CIMMYT trabajamos para transformar la ciencia en soluciones reales. Apostamos por prácticas agrícolas que restauran los suelos, por semillas más resilientes al calor y a las enfermedades, por modelos de producción sostenibles que permitan a las comunidades rurales prosperar. Pero no lo hacemos solos. Porque la fórmula que da resultados es simple pero poderosa: ciencia + alianzas = soluciones. Lo que hacemos es posible gracias a la colaboración con gobiernos, centros de investigación, empresas responsables, cooperativas, universidades y, sobre todo, con los agricultores que están dispuestos a probar, ajustar, compartir y escalar buenas ideas.
En este Día Mundial de la Agricultura, desde CIMMYT lanzamos un llamado claro: invertir en agricultura no es una opción, es una necesidad urgente y estratégica. Cada peso que se invierte en ciencia agrícola genera un impacto directo, cultivos más adaptados al clima, sistemas alimentarios más inclusivos, tecnologías accesibles para quienes más las necesitan. La inversión impulsa el impacto, y ese impacto se traduce en más alimentos, en mejor nutrición, en comunidades más fuertes, en un planeta más sano.
Invitamos a tomadores de decisiones, financiadores, instituciones educativas, organizaciones sociales y ciudadanía en general a sumarse a esta causa. El futuro de la agricultura se juega hoy, en cada parcela, en cada alianza, en cada política pública que prioriza el bienestar de las personas y el cuidado de la tierra. Tenemos el conocimiento, las herramientas y, sobre todo, las alianzas. Lo que necesitamos ahora es voluntad colectiva.
Este 9 de septiembre, reconozcamos que el potencial de la ciencia y el alcance de la política pública solo cobran sentido si parten de escuchar las necesidades de los productores y colocan en el centro a quienes hacen posible la agricultura. Sin agricultura no hay alimentación, ni economía, ni vida digna. Y sin agricultores, no hay futuro posible. Que este día no sea solo una efeméride, sino el inicio de un compromiso más profundo y más consciente con quienes cultivan lo que somos. Desde CIMMYT, estamos preparados para colaborar con quienes estén dispuestos a invertir con decisión, con visión y con valentía. Porque transformar la agricultura no es tarea de uno solo: es un esfuerzo colectivo que exige acción, recursos y convicción. El momento de actuar es ahora.