Por supuesto, se trata de un reto de grandes dimensiones que demanda una respuesta igualmente grande e innovadora pues, además de los efectos de la pandemia —que han potenciado el riesgo de crisis alimentarias alrededor del mundo—, el cambio climático, el hambre y los antiguos retos siguen ahí, agravándose en muchos casos —de acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua), la temporada de ciclones tropicales de 2020 ha sido la más activa de la historia—.
La pandemia por COVID-19 ha demostrado la importancia de las cadenas de valor sólidas e inclusivas —y donde la diversificación de cultivos destaca como forma de proporcionar mejores oportunidades comerciales a las familias productoras—, de manera este año representa una oportunidad única para repensar las formas de producción y consumo y, claro, de establecer alianzas entre los sectores público, privado, social y académico para lograr que la nueva configuración del sistema agroalimentario sea viable y sustentable.
Desde el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT) convocamos a reconstruir con la iniciativa de Agricultura para la Paz —que el CIMMYT impulsa de la mano del Centro Nobel de la Paz y el Gobierno de México—, una estrategia para mantener en movimiento y evolución el legado del doctor Norman E. Borlaug (a 50 años de que le fuera otorgado el Premio Nobel de la Paz) y, sobre todo, para estrechar las alianzas necesarias que permitan responder a las necesidades actuales de los sistemas agroalimentarios.
Este es un año decisivo en la guerra contra el hambre. Agricultores, técnicos, científicos, tomadores de decisiones, todos son necesarios para detener la hambruna y la pobreza en el mundo y, por eso, las iniciativas, programas y proyectos que impulsa el CIMMYT junto con colaboradores y aliados son, y seguirán siendo, un pilar fundamental para esta causa común. A todos quienes hacen posible estas acciones hoy les decimos gracias, esperando que 2021 sea un año que nos fortalezca a todos y nos conduzca a nuevos logros.